El propósito de este texto sobre la obra de Alejandro Otero (1921–90) de la curadora María Elena Ramos (n. 1947) es alejarse, lo más posible, del concepto convencional de “estructura” (un mero elemento plástico-formal), para reconocer en él un comportamiento palpable (háptico y fáctico) y no simplemente representacional. Una búsqueda que, a su juicio, Otero materializa tanto en la desaparición del objeto pictórico como en su experiencia tridimensional. La autora señala, así, la naturaleza constructiva de la realidad; esto es, de los elementos “externos” a la obra (monumental, en este caso); el viento, la luz, el agua. Ramos rescata así el postulado de Otero sobre un “espacio dinámico” y susceptible de ser experimentado. En última instancia, ella cataloga la presencia de estos recursos no sólo como herramientas expresivas, sino como códigos de lenguaje, lugares de enunciación para un planteamiento estético que es variable y totalizador. La “estructura de la obra” indica, por lo tanto, estructura del mundo circundante.
En lo que respecta a la trayectoria de Otero, este texto reseña una gran exposición retrospectiva de su obra —organizada en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en 1985— donde se consolida su consagración magistral en el meollo del arte venezolano. Hacia 1982, Otero había representado a Venezuela en la Biennale di Venezia y, en 1987, se traslada a Cambridge (Boston) para una estancia de investigación en el MIT (Massachusetts Institute of Technology). En este período, sus esculturas a escala cívica poblaron la ciudad de Caracas; demarcadores de un proyecto basado, precisamente, en la indagación de esa idea de “estructura”. La reflexión de Ramos cobra un cariz más profundo en la exposición Alejandro Otero: las estructuras de la realidad (Caracas: Museo de Bellas Artes, 1990), posteriormente mostrada en el Museo de Arte Moderno Jesús Soto de Ciudad Bolívar.
Para otros textos críticos sobre su obra, consulte de J. R. Guillent Pérez (otro miembro de Los Disidentes) “Realidad e irrealidad. El postigo de Alejandro Otero” [doc. no. 1172158]; de Guillermo Meneses “La exposición de Alejandro Otero Rodríguez” [doc. no. 1097092]; de Roberto Guevara “La vertical vibrante de Maracay, 1968” [doc. no. 1168201]; el texto de François Sego del catálogo de la exposición Alejandro Otero (1949) [doc. no. 850732]; el artículo de Héctor Mujica “La nueva plástica venezolana” [doc. no. 850512]; el texto de María Elena Ramos “Alejandro Otero: indagar en las estructuras de la realidad” [doc. no. 1167733]; el análisis de Ernesto Guevara “Sólo quisiera ser puntual. El tiempo en la pintura de Alejandro Otero” [doc. no. 1163813]; el ensayo de Damián Bayón “El espacio dinámico en la obra de Alejandro Otero” [doc. no. 1167828]; los textos de Juan Calzadilla “Exposiciones en Caracas: Alejandro Otero - Galería Mendoza” [doc. no 1172174] y “Alejandro Otero y la enseñanza del arte” [doc. no. 1167940]; el artículo de Miguel Otero Silva “Sobre unas declaraciones disidentes del pintor Alejandro Otero Rodríguez” [doc. no. 813737]; y, finalmente, las reseñas tanto de José Ratto-Ciarlo “En pro y en contra de Alejandro Otero” [doc. no. 850770] como de Juan Carlos Palenzuela “Una conciencia de arte latinoamericano” [doc. no. 1163142].