Entre 1990 y 1991 se presentó —tanto en el Museo de Bellas Artes de Caracas como en el Museo de Arte Moderno Jesús Soto de Ciudad Bolívar— la exposición Alejandro Otero: las estructuras de la realidad. En ella se abordaba, de manera puntual, la inquietud que, sobre el espacio y lo estructural, había desarrollado el pintor y escultor venezolano Alejandro Otero (1921–90). María Elena Ramos (n. 1947) presentaba, como parte de los textos curatoriales, un análisis preciso y bastante lejano de las lecturas convencionales sobre el arte abstracto, señalando su desarrollo “evolucionista” hacia otros lenguajes. Más bien, Ramos rescata la noción de “estructura” como una constante de diversa manifestación, la cual trama, por igual o de manera poco predecible, los diversos ámbitos de la obra; entiéndase con ello la estructura constructiva, la materialidad en sí, incluso la idea o el propio lenguaje. De este modo, la autora enfatiza en esta obra una vocación investigativa que metaforiza, simultáneamente, la relación de tales modelos estructurales con el proceso mental. Esto, traducido en términos expresivos, genera un cambio y un espacio que se convierte en movimiento. Otro aspecto que resalta Ramos es la consideración de la obra Molino de cuatro aspas como “módulo estructural básico” no sólo del Abra Solar, sino para otras piezas monumentales. El comportamiento del módulo como unidad que se repite pero que es susceptible de producir variaciones ilumina la configuración de estas esculturas urbanas. La obra de Otero, asimismo, representó a Venezuela en la XXI Bienal de São Paulo (1991), donde le fue conferida una mención honorífica post-mortem.
Para otros textos críticos sobre su obra, consulte de J. R. Guillent Pérez (otro miembro de Los Disidentes) “Realidad e irrealidad. El postigo de Alejandro Otero” [doc. no. 1172158]; de Guillermo Meneses “La exposición de Alejandro Otero Rodríguez” [doc. no. 1097092]; de Roberto Guevara “La vertical vibrante de Maracay, 1968” [doc. no. 1168201]; el texto de François Sego del catálogo de la exposición Alejandro Otero (1949) [doc. no. 850732]; el artículo de Héctor Mujica “La nueva plástica venezolana” [doc. no. 850512]; el texto de María Elena Ramos “Alejandro Otero, permaneciendo. Retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo” [doc. no. 1172282]; el análisis de Ernesto Guevara “Sólo quisiera ser puntual. El tiempo en la pintura de Alejandro Otero” [doc. no. 1163813]; el ensayo de Damián Bayón “El espacio dinámico en la obra de Alejandro Otero” [doc. no. 1167828]; los textos de Juan Calzadilla “Exposiciones en Caracas: Alejandro Otero - Galería Mendoza” [doc. no 1172174] y “Alejandro Otero y la enseñanza del arte” [doc. no. 1167940]; el artículo de Miguel Otero Silva “Sobre unas declaraciones disidentes del pintor Alejandro Otero Rodríguez” [doc. no. 813737]; y, finalmente, las reseñas tanto de José Ratto-Ciarlo “En pro y en contra de Alejandro Otero” [doc. no. 850770] como de Juan Carlos Palenzuela “Una conciencia de arte latinoamericano” [doc. no. 1163142].