El “tiempo” y su “comportamiento” son las nociones de las que parte el curador venezolano Ernesto Guevara para analizar la obra de Alejandro Otero (1921-1990). Tras un enfoque del concepto, su relación con la vida y otras categorías temporales, Guevara señala la negación del tiempo en su primera etapa pictórica, período figurativo donde la progresiva desmaterialización de la serie Las cafeteras se manifiesta. A seguir, se refiere al “tiempo de la pintura”, alejado de referentes narrativos y convertido en pura realidad pictórica. Guevara introduce las relaciones paradójicas entre el presente-pasado-futuro; las cuales, aplicadas a la obra de Otero, parecen obligarlo a plantear una ruptura con su propio presente. Tal experiencia “temporal” tendrá una consecuencia en sus búsquedas sobre el espacio, concebidas todas ellas desde la pintura y con la finalidad de eludir el tiempo a través de la incesante transformación.

En 1999, la GAN (Galería de Arte Nacional), en Caracas, organizó la exposición Sólo quisiera ser puntual, con curaduría del investigador de arte venezolano Ernesto Guevara. El título aludía al último ensayo escrito por el propio pintor y escultor venezolano Alejandro Otero (1921-1990) y publicado, un mes antes de su muerte, en 1990. La muestra se propuso abordar su trayectoria desde la perspectiva “temporal”, vinculando las modulaciones expresivas con experiencias o búsquedas relacionadas con el propio devenir temporal. En su texto, Guevara rescata todo un planteamiento sugerente: la inquietud de Otero por estar “a la altura de su tiempo” o, más allá de la necesidad de “ser puntual”. De ser así, el texto brinda una lectura distinta de la convencional enfocada sólo en la abstracción geométrica al añadirle el factor “tiempo” como un componente más de la narratividad que, por lo general, el constructivismo pretende desplazar. Del mismo modo, Guevara rescata una diversidad de concepciones y experiencias temporales, pasando de la obra figurativa a la progresivamente abstracta, hasta llegar a una suerte de implosión del tiempo materializada en su obra tridimensional. Llama la atención que esta lectura haya sido aplicada a la obra pictórica —y no tanto a la escultórica— donde la inclusión de movimiento e interacción de elementos del entorno favorecerían la percepción de un tiempo determinado. Para Guevara, la obra final constituye una liberación del tiempo; esto es, una declaración sobre la existencia de la obra más allá de su cualidad referencial. Para otros textos críticos sobre su obra, consúltese el archivo digital ICAA: de J. R. Guillent Pérez (otro de Los Disidentes), “Realidad e irrealidad: El postigo de Alejandro Otero” (doc. no. 1172158); de Guillermo Meneses, “La exposición de Alejandro Otero Rodríguez” (doc. no. 1097092); de Roberto Guevara, “La vertical vibrante de Maracay, 1968” (doc. no. 1168201); el texto del catálogo de la exposición Alejandro Otero (1949) (doc. no. 850732); el artículo “La nueva plástica venezolana” de Héctor Mujica (doc. no. 850512); el texto de María Elena Ramos “Alejandro Otero: indagar en las estructuras de la realidad” (doc. no. 1167733); el ensayo de Damián Bayón “El espacio dinámico en la obra de Alejandro Otero” (doc. no. 1167828); los textos de Juan Calzadilla: “Exposiciones en Caracas: Alejandro Otero - Galería Mendoza” (doc. no 1172174) y “Alejandro Otero y la enseñanza del arte” (doc. no. 1167940); el artículo de Miguel Otero Silva, “Sobre unas declaraciones disidentes del pintor Alejandro Otero Rodríguez” (doc. no. 813737); y, finalmente, las reseñas tanto de José Ratto-Ciarlo, “En pro y en contra de Alejandro Otero” (doc. no. 850770) como de Juan Carlos Palenzuela. “Una conciencia de arte latinoamericano” (doc. no. 1163142).