Este artículo —primero de una serie que Miguel Otero Silva (1908–85) dedicará a criticar el arte abstracto, en defensa del realismo social y el paisajismo. [Consúltese la referida serie de artículos en el archivo digital ICAA: “I : Un relato necesario: Conceptos concretos sobre la pintura abstracta” (doc. no. 855537); “II: Una división sin contenido plástico: Conceptos…” (doc. no. 855992); “III: Aparición y desarrollo del abstraccionismo: Conceptos…” (doc. no. 856012); “IV: Ubicación social del abstraccionismo: Conceptos…” (doc. no. 856031); “V: Sobre el mundo interior de los abstraccionistas: Conceptos… (doc. no. 856050); VI: “El regreso a lo funcional y lo decorativo: Conceptos…” (doc. no. 856069); VII: Formas nuevas y sinceridad: Conceptos…” (doc. no. 856923) y VIII: “Orientaciones de una nueva pintura: Conceptos…” (doc. no. 856942)]. En este presente artículo, Miguel Otero Silva pretendió justificar con tres razones (humana, filosófica y estética) el veredicto de los premios nacionales de pintura y escultura otorgados por el jurado del XVIII Salón Oficial de Arte Venezolano (1957) a raíz del desacuerdo declarado del pintor abstracto Alejandro Otero (1921−90). En realidad, el pintor sólo cuestionó uno de esos premios [véase en el archivo digital ICAA el texto anónimo “Disidente del criterio del jurado el pintor Alejandro Otero, por lo que atañe al Premio de Escultura” (doc. no. 813821)], pues el entonces director del Museo y miembro del jurado, Armando Barrios (distinguido con el premio de pintura) había pertenecido al grupo de Los Disidentes, vanguardia venezolana instalada en París (1950). (1) Las razones "humanas" argüidas por el periodista no son sino la defensa a ultranza de la institucionalidad tradicional, identificada con la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas, el Museo de Bellas Artes, la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación Nacional y algunas personalidades de la crítica y el coleccionismo, cuestionadas por la nueva generación. (2) Las razones filosóficas no se apartan, ni un ápice, de manidas acusaciones: posturas “comprometidas” de la izquierda, esgrimidas por el antropólogo Gilberto Antolinez (1945), por el pintor César Rengifo (1948), el pintor Pedro León Castro (1949) y el historiador Mario Briceño Iragorry (1952). (3) Se acusa a la abstracción en los mismos términos que se usaban en la Unión Soviética, en México y otros países latinoamericanos —principalmente de fuerte ascendiente indígena— como un arte incomprensible propio de sociedades decadentes. Curiosamente, entre esas personalidades “leales a la cultura”, el escritor menciona a Alfredo Boulton y a Carlos Raúl Villanueva; el primero, principal mecenas del grupo de artistas abstractos; el segundo, arquitecto de la Ciudad Universitaria de Caracas y de la idea de “integración de las artes”, experimento aludido por el periodista al responsabilizar a Otero de convertir la pintura en sierva de la arquitectura.