El ensayo de Héctor Mujica está firmado en París (marzo de 1949). Otero estaba becado en esta ciudad a partir de 1945. A mediados de enero de 1949, regresó a Caracas procedente de Washington, donde mostró su serie Las cafeteras en el Museo de Bellas Artes de Caracas (serie que realizó entre 1946 y 1947). Mujica comenta, incluso, su serie Los cráneos (1946). Es probable que, en este texto, se esté criticando más propiamente la evolución del trabajo de Otero que su exacta afiliación al movimiento abstracto parisino. En realidad, en sus primeras “cafeteras”, el pintor todavía proporciona un último dato que vincula sus cuadros con aspectos del mundo objetual; queda subyacente en estas obras la influencia picassiana y las tendencias gestualistas entonces. Sólo en sus últimas “cafeteras” (hacia 1948) se despoja de toda representación, haciendo prevalecer la fuerza expresiva de la línea y las estructuras. En todo caso, en el París de posguerra, el abstraccionismo era moda altamente expandida y su estética alejada, claramente, de todo referente figurativo. En este sentido, en su serie Los cráneos, Otero todavía sostiene una última figuración.
A Mujica le preocupa que el cosmopolitismo parisino afecte el curso de la estética de los venezolanos que fueron a prepararse en la Ciudad Luz. Su simpatía tanto por el realismo social (practicado en Venezuela) como por la estética del realismo socialista (practicada en los países de la Europa del Este), además de su condición de comunista, lo ubican dentro de quienes apoyan un arte para las masas, preocupado por los problemas del hombre. Nacen de allí sus comentarios sobre un arte progresista frente a un arte reaccionario (el abstraccionismo), debido a su evasión de la realidad material. La muestra originó controversia dentro del arte venezolano sobre la validez del arte abstracto; en ella participaron numerosos críticos, artistas, intelectuales y políticos: Guillermo Meneses, Pedro León Castro, Domingo Maza Zavala, César Rengifo, entre muchos otros. Tras la polémica, las posiciones se radicalizarían hasta que los venezolanos en París constituyen el grupo Los Disidentes (1950), primera vanguardia abstracta venezolana.
Para otros textos críticos sobre la obra de Otero, consúltese el archivo digital ICAA: el texto de J. R. Guillent Pérez, otro de Los Disidentes, “Realidad e irrealidad: El postigo de Alejandro Otero” (doc. no. 1172158); ensayo de Guillermo Meneses “La exposición de Alejandro Otero Rodríguez” (doc. no. 1097092); de Roberto Guevara “La vertical vibrante de Maracay, 1968” (doc. no. 1168201); el incluido en el catálogo de la exposición Alejandro Otero (1949) (doc. no. 850732); y de Elizabeth Schon “Los coloritmos de Alejandro Otero” (doc. no. 1172142)].