En la exposición en el Museo de Bellas Artes de Caracas (30 de enero de 1949) que reseña el periodista José Ratto-Ciarlo, Alejandro Otero exhibe su serie Las Cafeteras que inauguran el abstraccionismo en el arte venezolano. Pocos meses después, la muestra suscitó una polémica, en contra de Otero por parte de algunos representantes del realismo social. La reseña interesa porque evitando el tono polémico, Ratto-Ciarlo emite opiniones propias y ajenas con breves entrevistas hechas en la sala a visitantes de la muestra que abren un espacio de discusión tanto en pro como en contra de la propuesta de Otero. Los juicios que emite quien reseña sobre el artista y sus obras son contradictorios. Pese a afirmar que su crítica no es negativa, al analizar la "Tela Nº IX" de la serie expuesta comenta que prescindirá del “rótulo circunstancial”, entregándose a una subjetiva interpretación simbólica y figurativa ajena del todo a la propuesta del artista; ve en su pintura un “horizonte subconsciente cargado de tempestad en pugna con la luz, frente al cual se balancea el mástil de un velero hipotético que atraído por el cono del faro intenta llegar al muelle”. Ratto-Ciarlo no rechaza tajantemente la obra, sino que pretende estudiarla; al hacerlo transmite una confusión a los lectores. A su juicio, Otero atraviesa una crisis interior que tal vez supere ya que "no ha perdido la frescura y el sano lirismo que condiciona su vigoroso temperamento".
Igualmente, las respuestas de los entrevistados revelan incomprensión y desconcierto, cuando no cautela; entre ellos un oficinista, un ganadero y una maestra de primaria a quienes “no les gusta” o no entienden la obra; se entrevista a artistas o intelectuales conocedores de arte (Mercedes Pardo de Bontá, quien luego será la esposa de Otero, y al director del Museo de Bellas Artes, Carlos Otero. Pardo sobre la dificultad de una declaración y de no ser de su gusto la Serie de Cafeteras Rosa: “Estamos en el mundo del arte abstracto. Pero mientras yo no creo en el arte abstraccionista; tengo fe en Otero quien está en una afanosa búsqueda de sí mismo”. Además, esta reseña es un testimonio de la poca receptividad a los cambios y la desinformación del público que asistía a los museos de Caracas a mediados del siglo XX; pero, a la vez, ilustra la variedad de ese público y su gusto por visitar el Museo de Bellas Artes.
[Para otros textos críticos sobre su obra, consúltese el archivo digital ICAA: de J. R. Guillent Pérez (otro de Los Disidentes), “Realidad e irrealidad: El postigo de Alejandro Otero” (doc. no. 1172158); de Guillermo Meneses “La exposición de Alejandro Otero Rodríguez” (doc. no. 1097092); de Roberto Guevara “La vertical vibrante de Maracay, 1968” (doc. no. 1168201); el texto del catálogo de la exposición Alejandro Otero (1949) (doc. no. 850732); el artículo “La nueva plástica venezolana” de Héctor Mujica (doc. no. 850512); el texto de María Elena Ramos “Alejandro Otero: indagar en las estructuras de la realidad” (doc. no. 1167733); el análisis de Ernesto Guevara “Sólo quisiera ser puntual. El tiempo en la pintura de Alejandro Otero” (doc. no. 1163813); el ensayo de Damián Bayón “El espacio dinámico en la obra de Alejandro Otero” (doc. no. 1167828); los textos de Juan Calzadilla “Exposiciones en Caracas: Alejandro Otero - Galería Mendoza” (doc. no 1172174) y “Alejandro Otero y la enseñanza del arte” (doc. no. 1167940); el artículo de Miguel Otero Silva “Sobre unas declaraciones disidentes del pintor Alejandro Otero Rodríguez” (doc. no. 813737); y, finalmente, la reseña de Juan Carlos Palenzuela “Una conciencia de arte latinoamericano” (doc. no. 1163142)].