Damián Bayón recorre la obra pictórica y escultórica de Alejandro Otero con la intención de tornar evidente en ella lo que denomina “espacio dinámico”. El crítico e historiador argentino  analiza su obra inicial y la síntesis del paisaje, para luego ubicar la serie Las cafeteras como parte de su irrupción en el dinamismo. La noción opera de modo distinto en la serie Coloritmos, donde Bayón señala un dinamismo en reserva. Finalmente y a su juicio, las esculturas cívicas representan la ocupación de un espacio cambiante, al estar desligadas del plano y proyectar un perfil inestable. Culmina su análisis con un señalamiento sobre la obra de Otero como ejemplo de expresión universal traducida desde el continente americano.

En 1975, el pintor y escultor venezolano Alejandro Otero (1921–90) fue invitado a la XIII Bienal de São Paulo cuando realizaba dos retrospectivas, una en la Galería Adler/Castillo en Caracas y la otra en la University of Texas at Austin. En función de esta última escribiría el crítico e historiador Damián Carlos Bayón (1916–95), entonces profesor visitante en esa casa de estudios. El texto propone una lectura sobre la noción de “dinamismo”, e involucra la preocupación cinética de Otero, expresada tanto en la pintura como en la obra tridimensional. En dicho sentido, el autor caracteriza sus búsquedas plásticas en materia de estructura, abstracción e incluso de espacio, logrando así añadir profundidad a las consideraciones críticas y teóricas ya existentes. En su opinión y como noción transversal, el “dinamismo” transita desde el juego pictórico de líneas y la vibración cromática, hasta materializar el movimiento real en el espacio urbano. Se trata, entonces, de un hilo conductor con el que Bayón expone una coherencia de totalidad a partir de elementos comunes a los fragmentos. En su texto, la década de los setenta es representada como el momento que consolida los proyectos de Otero relacionados con tecnología —las esculturas cívicas— y cuando alcanza mayor relieve el problema de la energía y el movimiento que se convierten en imagen y experiencia visual.

[Para otros textos críticos sobre su obra, consulte en el archivo digital ICAA de J. R. Guillent Pérez (otro miembro de Los Disidentes) “Realidad e irrealidad. El postigo de Alejandro Otero” (doc. no. 1172158); de Guillermo Meneses “La exposición de Alejandro Otero Rodríguez” (doc. no. 1097092); de Roberto Guevara “La vertical vibrante de Maracay, 1968” (doc. no. 1168201); el texto de François Sego del catálogo de la exposición Alejandro Otero (1949) (doc. no. 850732); el artículo de Héctor Mujica “La nueva plástica venezolana” (doc. no. 850512); el texto de María Elena Ramos “Alejandro Otero: indagar en las estructuras de la realidad” (doc. no. 1167733); el análisis de Ernesto Guevara “Sólo quisiera ser puntual. El tiempo en la pintura de Alejandro Otero” (doc. no. 1163813); los textos de Juan Calzadilla “Exposiciones en Caracas: Alejandro Otero - Galería Mendoza” (doc. no 1172174) y “Alejandro Otero y la enseñanza del arte” (doc. no. 1167940); el artículo de Miguel Otero Silva “Sobre unas declaraciones disidentes del pintor Alejandro Otero Rodríguez” (doc. no. 813737); y, finalmente, las reseñas tanto de José Ratto-Ciarlo “En pro y en contra de Alejandro Otero” (doc. no. 850770) como de Juan Carlos Palenzuela “Una conciencia de arte latinoamericano” (doc. no. 1163142)].