La fotografía brasileña —vista por lo general bajo la óptica de la antropología e incluso analizada como forma de expresión pura y autónoma— es ponderada aquí como proceso de búsqueda de identidad y del establecimiento de nexos poderosos en torno a la creación artística. A juicio del autor, Tadeu Chiarelli, el tema gira en torno a una “fotografía contaminada por la mirada, por el cuerpo, por la existencia de sus autores, siendo concebida como punto de inflexión entre las más diversas modalidades del arte”. Tanto Militão Azevedo como Valério Vieira fueron precursores de este proceso, el cual hurga en el autoconocimiento (en los campos social, urbano, individual e, incluso, narcisista) valiéndose de la manipulación y de registros fotográficos. Su pionerismo solo fue continuado en la década de los setenta, con la obra Brasil Nativo/Brasil alienígena [Brasil nativo-Brasil extranjerizante] de Anna Bella Geiger, donde se funden el anhelo de una “identificación nostálgica” con un enfoque crítico corrosivo. La generación de los ochenta y los noventa hace que esa imposibilidad se torne cada vez más explícita; esto es, crear una identidad común en una sociedad fraccionada. Valiéndose de técnicas y de procesos provenientes de diversos campos (poesía y performance, entre ellos), los artistas de dicha generación procuran “retirar de la imagen fotográfica el carácter banal que ésta fue integrando en el cotidiano de la gente”.