En el desarrollo del pensamiento (esotérico) de Joaquín Torres García (1874–1949) hay un explícito rechazo a las pasiones sociales y políticas que, a su juicio, serían germen de guerras y demás conflictos. La búsqueda del Hombre Esencial la lleva a cabo al margen de banderías partidistas: “nuestra desvinculación con lo histórico es absoluta […]”; pero no desaprovecha la oportunidad para hacer declaraciones contrarias al proceso de modernidad, considerando la civilización occidental como “decadente”. Asimismo, no reniega de ideas animistas al afirmar que las cosas están dotadas de espíritu y que este toma cuerpo en el signo. Incluso menciona al panteísmo como concepción universal implícita en la doctrina constructivista (el monismo del UNO: todas las cosas se igualan como partes de la totalidad). JTG declara su total escepticismo respecto a la evolución humana. Si el constructivismo es ajeno a la Historia, a circunstancias que definen los rasgos sociales de un determinado tiempo, debe ser ajeno también a la idea evolutiva implicada, de modo radical, en el pensamiento moderno. Por otra parte, el artista uruguayo deja entrever una subyacente ideología discriminatoria de los seres humanos según la cifra de su nacimiento; están condenados a un cierto lugar de la alegoría de la pirámide para toda la vida. Se sugiere resignación frente a un destino que justifica la parálisis de los movimientos sociales (tal vez por su previsible ineficacia). Al mismo tiempo, JTG juzga ser imposible el pretender un “cambio moral” —asumir la doctrina constructivista, por ejemplo— en un ambiente intelectual como el de Montevideo. Con ello da constancia, de paso, de su desprecio hacia ese medio que fue hostil o, por lo menos, indiferente a sus predicaciones estéticas.
Finalmente, JTG reivindica la permanencia en el futuro de la Asociación de Arte Constructivo solamente como centro de estudios para quien quiera incursionar en su filosofía; sin embargo, ya no como germen de un movimiento que declara inexistente y sin posibilidad alguna de llegar a constituirse como tal. Dos años después, en su 500ª conferencia, vuelve a las andadas tras asumir las resignaciones que lo marcaron y busca adaptar su teoría universalista a la historicidad de las expectativas locales. Sin ese esfuerzo de adaptación, no hubiera sido posible la existencia del TTG (Taller Torres García), fundado cuatro años después de publicarse este manifiesto.
[Como lectura complementaria, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos: de Guido Castillo “Manifiesto 2, sobre el Salón de Artes Plásticas” (doc. no. 1250837): y de Joaquín Torres García “Con respecto a una futura creación literaria” (doc. no. 730292), “Lección 132. El hombre americano y el arte de América” (doc. no. 832022), “Mi opinión sobre la exposición de artistas norteamericanos: contribución” (doc. no. 833512), “Nuestro problema de arte en América: lección VI del ciclo de conferencias dictado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo” (doc. no. 731106), “Introducción [en] Universalismo Constructivo” (doc. no. 1242032), “Sentido de lo moderno [en Universalismo Constructivo]” (doc. no. 1242015) y “Bases y fundamentos del arte constructivo” (doc. no. 1242058)].