Tras pasar gran parte de su vida en Europa y Nueva York, Joaquín Torres García (1874-1949) regresó a vivir a Montevideo en 1934, cuando acababa de cumplir los sesenta años. Torres García se dedicó, desde finales de la década de treinta e inicios de los años cuarenta, a desarrollar y diseminar sus teorías sobre el arte constructivista. Este texto forma parte de Universalismo constructivo, una serie de conferencias impartidas por él durante los primeros años de los cuarenta en las que desarrolló su teoría sobre la nueva forma de expresión estética del hombre americano moderno. En esta conferencia, Torres García expresa su consternación sobre el predominio en la pintura del género sobre temática latinoamericana. Critica la dependencia de los artistas americanos en la pintura europea, y ridiculiza las escenas de la pampa, sugiriendo que los americanos son incapaces de verse a sí mismos porque sólo ven cómo lo hacen los europeos. Para Torres García, Walt Whitman (1819-92) es el modelo de artista que desarrolló por completo una nueva forma de arte para el continente mediante el tipo de proceso de introspección que el autor insta a los artistas a llevar a cabo. Pide a los jóvenes artistas que adopten a Whitman, el poeta norteamericano como modelo para el hombre (americano) nuevo. Cabe destacar también que, estando comprometido con la idea de un arte americano universal, también distingue su teoría del panamericanismo y su impulso político. Al revelar su fervor modernista a favor de basar el arte en las cualidades de la forma más literales, alienta a los artistas a examinarse a sí mismos y a derivar su sensibilidad americana de fuentes tales como las cualidades abstractas de las lenguas de América, como las halladas en los ritmos y cadencias del habla criolla.