Una interpretación del comunismo (desde sus formas primitivas) le permite a Joaquín Torres García iniciar esta lección con una suerte de “fe anti-burguesa”; sobre todo, al definirse a sí mismo en esos términos complementados con “artista bohemio”, “altruista”, “amante del trabajo”. Sin duda, esta lección procede de las críticas formuladas por muchos artistas de la izquierda política y, particularmente, del PCU (Partido Comunista Uruguayo). En el texto, JTG reivindica la propiedad privada de aquellos bienes que constituyen la vida misma del sujeto, su “ambiente”; lo hace para argumentar sobre la “personalidad” del artista, que a su juicio debe algo imprescindible. Además, se declara librepensador, amigo de “literatos, poetas, artistas (y) gente humilde”; lo cual lo acercaría, desde su perspectiva ingenua, a las ideas del comunismo. No obstante, lo aleja el temor de que se haga de él un individuo “estandarizado”, un individuo-masa, en nombre de un positivismo ajeno a su idea de metafísica: “Y yo quiero al hombre integral, con alma”. Confiesa ser místico y metafísico “por fisiología, por temperamento” dejando de lado rótulos o clasificaciones políticas. Antepone su defensa ante las posibles acusaciones de un “individualismo” que él niega por cuanto detesta “al hombre-centro”, incompatible con la armonía total (universal). Cuestiona el “arte proletario, tal como lo quieren los comunistas” y se inclina a “practicar el arte clásico tradicional (figurativo y anecdótico), y solo remozarlo por el concepto literario de la nueva ideología social”. La crítica de JTG al realismo social es estrictamente estética y no ética, aunque tenga también un ingrediente político, al sostener que “el arte oficial”, el arte al servicio de los poderosos, es un “arte esclavo”. Cabe señalar que estas críticas al naturalismo de tema social se pronuncian en el mismo momento (1942), cuando la mayor influencia de los artistas de esta tendencia se hace sentir en Montevideo, alentados por las visitas y exposiciones de argentinos que gravitaron en torno a David Alfaro Siqueiros (Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo y Demetrio Urruchúa). Es profundamente revelador del sentido que para JTG tiene el símbolo en el arte; tanto así que lo plantea en el párrafo final de la lección: “la más grande obra de arte que ha realizado el comunista, es esa hoz y ese martillo trazados en cualquier pared, con carbón o con un mal pincel. Porque ese símbolo es perfectamente plástico y escrito con el corazón”. [Como lectura complementaria, véase en el archivo digital ICAA los textos escritos por Joaquín Torres García: “Con respecto a una futura creación literaria” (doc. no. 730292); “Lección 132. El hombre americano y el arte de América” (doc. no. 832022); “Mi opinión sobre la exposición de artistas norteamericanos: contribución” (doc. no. 833512); “Nuestro problema de arte en América: lección VI del ciclo de conferencias dictado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo” (doc. no. 731106); “Introducción [en] Universalismo Constructivo” (doc. no. 1242032); “Sentido de lo moderno [en Universalismo Constructivo]” (doc. no. 1242015); “Bases y fundamentos del arte constructivo” (doc. no. 1242058); y “Manifiesto 2, Constructivo 100%” (doc. no. 1250878)].