Si es posible sostener que en la visión torresgarciana de la ciudad está implícita la génesis del concepto de “Estructura” que vertebrará su doctrina constructivista, cabría agregar una segunda lectura: ese concepto se hace visible formalmente entre 1917 y 1930 no solo con procedimientos estrictamente pictóricos, sino, sobre todo, a través de ejercicios de esquematización. Tales prácticas recurren a elementos lineales articulados por la lógica sintáctica de la caligrafía. Dicho lenguaje caligráfico, dibujístico, alcanza su plena sistematización durante la estadía de JTG en París, época en que abunda en estudios de descomposición lineal de formas, como lo demuestra su cuaderno Dessins (1929). Una libreta de dibujos que contiene un largo friso secuencial de escenas urbanas. Ahí, JTG establece los soportes conceptuales de su teoría de la forma (ritmo, orden, estructura), la cual es acorde con su “clasicismo moderno”. En otras palabras, una intensa búsqueda de actualización de lo arcaico en un sentido casi antropológico; el cual lo lleva a evocar las grandes máquinas, los puentes metálicos, los transatlánticos, incluso a la afirmación de que prefiere un museo etnográfico a un museo de pintura. Juan Flo (n. 1933), refiriéndose a la importancia del “esquematismo lineal” en este período experimental de la obra de JTG —implicando una explícita preocupación por desnudar las estructuras rítmicas—, ha observado [en su prólogo a J. Torres García: New York, manuscritos del artista, (Montevideo: Editorial Hum y Museo Torres García, 2007)] que esa osadía formal no la practica simultáneamente en sus cuadros. Y explica: “como si en la gráfica pudiese permitirse libertades que no puede aceptar en su pintura”. Tales “libertades” son las que le permiten una conexión directa entre idea y representación sin la intermediación del cuerpo de condiciones técnicas y preceptivas de la pintura. Son aquellas que le permiten materializar la noción de “Estructura” con el intento de abarcar la totalidad de lo visible, pero ya no con la imagen “naturalista” del objeto, sino con su fantasma. En un manuscrito previo, de 1927, JTG afirma que “El dibujo, como en tiempos pasados, ha de entrar en primera línea dentro de la pintura, y la pintura ha de entrar dentro de las artes del dibujo. Una imagen esquemática que sea la idea gráfica de una cosa será, para nosotros, un documento precioso. Y ese es el humanismo que yo propongo [....] , algo que toda imagen trae desde muy lejos en tanto ‘cosa humanizada’, cosa que ha pasado a través del hombre y que constituye su esencia más interesante. […] Me parece que esta nueva teoría de la pintura es la única capaz de superar la superficialidad de la concepción actual de esa disciplina”. (Consultar la Libreta de notas manuscritas en catalán fechada MCMXXVII, Archivo Museo Torres García. Montevideo). [Como lectura complementaria, véase en el archivo digital ICAA los textos escritos por Joaquín Torres García: “Con respecto a una futura creación literaria” (doc. no. 730292); “Lección 132. El hombre americano y el arte de América” (doc. no. 832022); “Mi opinión sobre la exposición de artistas norteamericanos: contribución” (doc. no. 833512); “Nuestro problema de arte en América: lección VI del ciclo de conferencias dictado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo” (doc. no. 731106); “Introducción [en] Universalismo Constructivo” (doc. no. 1242032); “Sentido de lo moderno [en Universalismo Constructivo]” (doc. no. 1242015); “Bases y fundamentos del arte constructivo” (doc. no. 1242058); y “Manifiesto 2, Constructivo 100%” (doc. no. 1250878)].