En esta carta de Joaquín Torres García a su compatriota uruguayo, el renombrado escritor José Enrique Rodó, ambos aparentemente coinciden en la necesidad de fomentar el arte que surge en su país mediante el conocimiento de lo que sucede en Europa. JTG declara en la carta que el “modelo democrático” debería formar seres responsables moral e intelectualmente; para tanto, sugiere a Rodó la difusión del arte uruguayo del momento en España, promoviendo actividad artística basada en un programa de becados. En el trasfondo de la propuesta, JTG no duda en ofrecerse como guía y maestro del emprendimiento. La barrera real para dicho proyecto se yergue en Uruguay para sorpresa del pintor, quien se muestra desconcertado ante la opinión del director del Museo Nacional de Bellas Artes de Montevideo, Domingo Laporte, y cuyo parecer es tajante. Pese a reconocer el valor de su obra pictórica, Laporte lo considera “insuficiente” para dirigir y orientar becados. 

José Enrique Rodó (1871–1917), uno de los escritores más sobresalientes de la llamada Generación del Novecientos, caracterizó su ensayo “Ariel” con un contenido filosófico y un tono pedagógico dirigido a la juventud latinoamericana, al que hace referencia en este documento Joaquín Torres García (1874–1949). Ambos intelectuales proponen enfatizar tanto el papel de la educación como la creación de proyectos de formación artística basados en el culto a una sensibilidad de cuño estético. Para que el arte uruguayo se diera a conocer en Europa (y pudiera recuperar así sus valores espirituales frente al “utilitarismo” funcionalista en boga), ambos ponderaban que eran necesarios ciertos principios: seguir los ideales de cultura greco-latina; practicar el arte como actividad mental; y enriquecer lo que ambos entendían por valores humanistas imperecederos. Según refleja Rodó en “Ariel”, la mayor responsabilidad de la juventud latinoamericana es preservar una civilización clásica de origen griego adaptando su modelo de “democracia”. En esos años (1916), JTG ya había escrito el ensayo sobre “El descubrimiento de sí mismo”, además de “Notas sobre Arte”; en ambos escritos se vislumbraba ya su inclinación hacia una tensión o paradoja que lo perseguirá durante décadas: un “clasicismo moderno” capaz de actualizar una tradición de valores eternos. En el trasfondo de todo esto está el posible regreso de JTG a Uruguay como asunto que comienza a obsesionarle. Frecuentando Barcelona desde Tarrasa, entre 1917 y 1918, esto será tema de conversaciones con otro artista uruguayo radicado en España, Rafael Barradas, con quien entabla una duradera amistad hasta su prematura muerte en 1929.

[Como lectura complementaria, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos escritos por Joaquín Torres García: “Con respecto a una futura creación literaria” (doc. no. 730292); “Lección 132. El hombre americano y el arte de América” (doc. no. 832022); “Mi opinión sobre la exposición de artistas norteamericanos: contribución” (doc. no. 833512); “Nuestro problema de arte en América: lección VI del ciclo de conferencias dictado en la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo” (doc. no. 731106); “Introducción [en] Universalismo Constructivo” (doc. no. 1242032); “Sentido de lo moderno [en Universalismo Constructivo]” (doc. no. 1242015); “Bases y fundamentos del arte constructivo” (doc. no. 1242058); y “Manifiesto 2, Constructivo 100%” (doc. no. 1250878)].