El pensamiento y accionar de Manuel Abril (1884–1943) es sustancial dentro del efervescente panorama cultural español entre la primera década del siglo XX y el estallido, en ese país, de la Guerra Civil (1936–39). Su cruce vital con el artista uruguayo Rafael Barradas (1890–1929) en tertulias madrileñas de café forjó esa amistad que redunda luego en proyectos comunes. Esto es, Barradas ilustró libros de Abril, colaboró en la escenografía de sus obras teatrales infantiles (Teatro Eslava), y Abril comentó la obra plástica del pintor. Ambos colaboraron en publicaciones de carácter innovador como Horizonte, Tableros, Ultra y Alfar, entre otras revistas.
Este ensayo reúne varios aspectos de interés, como el título en principio: “Barradas el uruguayo” (así se le llamaba), destacando el diferencial de su procedencia, su ser otro, un distinto europeo que se integra desde América. El tema central es el cambio ocurrido en su obra, esa vibración plana que poco antes sorprendió como propuesta plástica que amalgamaba recursos de las vanguardias artísticas europeas con vicisitudes en la vida urbana. El nuevo enfoque del artista en la ejecución de tipos rurales, sencillos, solemnes, estáticos, de paleta terrosa, hacia 1922, generó desconcierto. Parecería que Abril justificara la alteración como un tanteo más de artista que opta por la experimentación constante; o sea, el cambio como manera de existencia de su pintura. Abril pasa revista a los frecuentes “ismos” por los que atraviesa Barradas: planismo, vibracionismo, simultanismo. El autor arriesga la opinión de encontrar, en su obra, “un poco de futurismo, poco muy poco, de cubismo”, a diferencia del resto de la crítica que lo sitúa, por lo general, como una síntesis personal de ambas tendencias. Sobrevuela en el texto, además, un cierto tono de censura a quienes increpan ese cambio; Abril afirma que su giro tiene el vigor de su vitalismo incesante, contraponiendo dicha actitud experimental contemporánea con aquellos que permanecieron sin reacción a la revolución plástica de las vanguardias. Es probable que el escritor español vincule las alteraciones en la obra de Barradas con el proceso artístico de la primera posguerra, el denominado “rappel à l’ordre” [llamamiento al orden], sin que ello signifique volver a ningún lenguaje plástico obsoleto.
[Como lectura complementaria, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos sobre Barradas: también de Manuel Abril “Barradas” (doc. no. 1243461); de Artur Perucho “Barradas pintor de eternidad” (doc. no. 1243392); de Alberto Lasplaces “Carta a Rafael Barradas” (doc. no. 1250919); de Vicente Basso Maglio “De la Tragedia de la Imagen [Barradas]” (doc. no. 1225969) y ”Rafael Barradas” (doc. no. 1243440); de Cipriano Santiago Vitureira “Emoción ante Barradas” (doc. no. 1218884); de Joaquín Torres García “Los artistas uruguayos en Europa: Rafael Barradas” (doc. no. 1228429); de Jorge Páez Vilaró “El pintor Juan Carlos Figari Castro” (doc. no. 1228547); y de Clotilde Luisi “En torno a Barradas” (doc. no. 1227809)].