En el que fue el último número de la significativa revista Alfar (segunda etapa, Montevideo, 1954–55), el artista, galerista y gestor cultural en el medio local Jorge Páez Vilaró (1922–94) analiza la obra de Juan Carlos Figari Castro (1893–1927), hijo de Pedro Figari (1861–1938). Páez Vilaró pretende rescatar del olvido sus dotes de dibujante y de pintor con tendencias propias, a pesar del estrecho vínculo que tuvo con su padre. En efecto, desde pequeño, Juan Carlos acompañó a su progenitor en sus excursiones pictóricas por Montevideo y el interior del país, junto a Milo Beretta (1875–1935) y a Pedro Blanes Viale (1879–1926). Los vínculos estrechos lo llevan a apoyarlo en la dirección de la Escuela de Artes y Oficios, y en la posterior aventura plástica tanto en Buenos Aires (donde exponen juntos en la galería Müller en 1921) como en París, hasta su repentina muerte en 1927. Asociándolo a Rafael Barradas (1890–1929), Páez Vilaró vincula la adhesión particular de Juan Carlos por describir el ambiente y los personajes anónimos del mundo callejero. Trabajó en numerosas ocasiones sobre las obras de su padre, creaciones que a veces aparecen firmadas con el agregado “Col.” (en colaboración). En un cotejo con su padre, sus figuras se distinguen por mayor número de detalles y con tendencia a disminuir el movimiento. Habiendo recibido el título de arquitecto en 1915 en Montevideo, murió en París a los 33 años.