En este ensayo, Ferreira Gullar expresa su opinión sobre los llamados artistas neoconcretos de Río de Janeiro, exponiendo la historia compartida y los puntos de divergencia con el movimiento del arte concreto. Según Gullar, el arte concreto comienza en Brasil con el crítico Mário Pedrosa al cuestionar “el más o menos arte oficial brasileño y sentar las bases de la renovación de nuestro vocabulario plástico”. Los primeros artistas en seguir esta senda, desde Ivan Serpa hasta Almir Mavignier, tuvieron una “importancia decisiva” para los jóvenes artistas que descubrieron sus obras en la I Bienal de São Paulo de 1951. A medida que los seguidores del concretismo formaban grupos en São Paulo y Río de Janeiro, Gullar señala que “los artistas concretos de Río, a pesar de estar siempre en contacto entre ellos, se entregaron a una indagación diferenciada e intuitiva, mientras que los de São Paulo, desde el principio, se inclinaron hacia una postura dogmática, cuya culminación fue una suerte de sistematización de procesos y valores expresivos”. Las diferencias entre los grupos se hicieron evidentes en la I Exposição Nacional de Arte Concreta (1956–57) y continuó aumentando.
Gullar prosigue comparando las posturas teóricas del grupo de los concretos, según la definición de Waldemar Cordeiro, con lo que vendría a denominarse como grupo neoconcreto, según su propia definición. Para Gullar, las características determinantes de los artistas concretos es una aproximación racional y “mecánica” que evita la “contaminación empírica”, pues se trata de “un tipo de arte estrictamente mental”. Según Gullar, ese tipo de obras explotan “las posibilidades geométricas del ojo”, pero carecen de “cualquier significado trascendental”, que es el punto en el que divergen los dos grupos. Por tanto, el neoconcretismo, ejemplificado por los “poetas paulistas” que analiza Gullar, trató de buscar nuevas formas “para expresar la compleja realidad contemporánea” más allá de las lógicas del lenguaje. Gullar prosigue indicando que lo neoconcreto, “nacido de una necesidad de expresar… la compleja realidad del hombre moderno, niega la validez de las actitudes científicas y positivistas en el arte”. Ampliando sobre esa búsqueda “a-dogmática” de modos de percepción fenomenológicas directas, Gullar llega a la conclusión de que la principal característica del neoconcretismo es “expresar el vocabulario geométrico del arte concreto”.