El Techo de la Ballena fue una agrupación de artistas plásticos y escritores de la vanguardia venezolana, que entre los años 1961 y 1968 combinaron diferentes disciplinas: plástica, poesía, fotografía, cine y arte de acción, entre otras, para crear un arte de carácter revolucionario que cuestionaba y combatía valores sociales y culturales tradicionales en una de las décadas de mayor violencia política de Venezuela, de la cual fueron el equivalente artístico. La guerrilla, los postulados de la izquierda intelectual, la represión, la urbe deformada por el acelerado y forzado modelo desarrollista de la naciente democracia venezolana de Rómulo Betancourt (1959?64) fueron el marco de referencia en el que se desenvolvió la agrupación. En la plástica, asumieron la estética del informalismo a la que le añadieron una fuerte dosis de agresividad para contrariar así los valores de la geometría abstracta, del paisajismo tradicional y hasta del realismo social, sumado a una estrategia subversiva y provocadora, irracional y surrealista. Su producción editorial fue numerosa —incluidos los tres números de la revista Rayado sobre el Techo— al igual que sus exhibiciones. Sus integrantes fueron, entre otros, los venezolanos Carlos Contramaestre, Juan Calzadilla, Caupolicán Ovalles, Edmundo Aray, Francisco Pérez Perdomo, Salvador Garmendia, Adriano González León, Fernando Irazábal, Daniel González, Gabriel Morera, Gonzalo Castellanos, Perán Erminy, y los extranjeros integrados al país como el chileno Dámaso Ogaz y los españoles J. M. Cruxent, Ángel Luque y Antonio Moya.
El texto “Para la restitución del magma” introduce la primera exposición grupal de El Techo de la Ballena y es uno de sus textos fundacionales. En él se expone, con un lenguaje surrealista, la adscripción del grupo al informalismo, tendencia que emergía entonces con gran fuerza en Venezuela. Muchos “balleneros” ya transitaban pictóricamente en las filas del informalismo y habían expuesto en dos exhibiciones que fueron emblemáticas en la introducción al país de este y otros nuevos lenguajes: Espacios Vivientes, celebrada en Maracaibo en el año 1960 y Salón Experimental, ese mismo año, en Caracas. Sin embargo, el informalismo “ballenero”, inspirado sobre todo en “pintura matérica”, à la Antoni Tàpies, adquiere usos y connotaciones específicas, dirigidas a violentar y deponer, urgentemente, valores sociales y culturales más solemnes con una agresividad de la que carecen otras manifestaciones de la misma vertiente.
[Para más textos escritos por integrantes del grupo El Techo de la Ballena, consulte en el archivo digital ICAA de Adriano González León “Homenaje a la necrofilia” (doc. no. 1097543), con el que introduce la obra de Carlos Contramaestre exhibida en Homenaje a la necrofilia, 1962; también de González León “Tercer manifiesto: ¿Por qué la ballena?” (doc. no. 1097576); de Juan Calzadilla y Contramaestre “Los tumorales I y II” (doc. no. 1097559), donde se presenta la muestra Los Tumorales, de este último, en 1963; de Francisco Pérez Perdomo (sin título) “[Hay ciertos rostros de la ciudad…]” (doc. no. 1060288); y de Ángel Rama el prólogo conocido como “Terrorismo en las artes” (doc. no. 1097527). Más aun, véase de El Techo de la Ballena (sin título) “[Establecer una frontera entre lo cursi y lo pavoso…]” (doc. no. 1059586); “Las ‘Instituciones de cultura’ nos roban el oxígeno, afirman” (doc. no. 1060199); Rayado sobre el techo. Cambiar la vida, transformar la sociedad (doc. no. 1060254); y “Segundo Manifiesto” (doc. no. 1057677)].