En 1951, Ángel Rama (1926–83) publicó “La aventura intelectual de Figari”, primer ensayo serio realizado en Uruguay sobre la obra pictórica, literaria y filosófica de Pedro Figari (1861–1938). Cinco años después, Arturo Ardao (1912–2003) dedica un capítulo de su libro Filosofía en el Uruguay en el siglo XX al mismo asunto, aunque esta vez con un exclusivo acento en el Figari filósofo. El artículo de Alberto Methol Ferré (1929–2009), historiador, filósofo y teólogo uruguayo, publicado en 1960, aunque es solo un atisbo de un trabajo mayor sobre la “Generación del 900”, se convierte en el tercer momento de la revisión intelectual del pensamiento filosófico de Figari. Sucede casi cincuenta años después de que este publicase su ensayo “Arte, Estética, Ideal”. Al escribir esta breve nota, Methol Ferré acababa de publicar su libro La crisis del Uruguay y el Imperio Británico (1959) y comenzaba a escribir periódicamente en el semanario Marcha. En este artículo, el autor homologa la concepción estética sostenida por Vaz Ferreira (1872–1958), quien opone la idea de “belleza” a las de “utilidad y necesidad”, frente al concepto respectivo de José Enrique Rodó (1871–1917), cuya idea de “la estética” se aleja de las necesidades materiales, constituyéndose en un problema lindante con el misterio de “lo trascendente”. Ambos habían sido formados en una universidad positivista. Methol Ferré es el primero en señalar la disidencia de Figari con sus dos célebres colegas al considerar “lo estético” como mera cualidad del ingenio humano dirigido a mejorar la especie y a satisfacer necesidades de orden vital. Dicho vitalismo (o biologismo) representa un contragolpe al idealismo estético que otros destacados exponentes de la llamada Generación del Novecientos mantuvo inmaculado a pesar de abrevar en tesis empíricas y cientistas de fines del siglo XIX. Al final del artículo, se señala uno de los aspectos notables del contrapunto de Figari, oscilante entre su pintura y su filosofía; si, por un lado, Figari opera la vaguedad de lo que denomina “estética idealizadora”, por el otro, la opone a una estética productora, racional y arraigada en la práctica, a la que llamó “estética ideadora”. De esa manera, puso en ejercicio una pintura evocativa, de fantasías amnésicas, más cercana a la idealización que a la ideación. Pedro Figari desarrolló distintos frentes del activismo cultural como el filosófico, periodístico, pedagógico, jurídico, político y artístico. Bregó por el desarrollo de un humanismo universal que incluyera, y partiera, del conocimiento empático del propio acervo cultural regional traducido en tradiciones, naturaleza y sociedad. [Como lectura complementaria, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos del polímata uruguayo: “Las exposiciones Cuneo y Michelena [Un juicio de Pedro Figari]” (doc. no. 1233819); “Industrialización de la América Latina, Autonomía y Regionalismo: Carta abierta dirigida por el Dr. Pedro Figari al Excmo. señor Presidente de la República Oriental del Uruguay” (doc. no. 1181222); “Un poco de crítica regional” (doc. no. 1258164); “América Autónoma: no basta instruir, hay que enseñar a trabajar” (doc. no. 795325); “Arte, técnica, crítica. Conferencia bajo el patrocinio de la Asociación Politécnica del Uruguay” (doc. no. 1263840); “Autonomía Regional” (doc. no. 1254337); y “Una carta de Pedro Figari” (doc. no. 1197040)].