El crítico venezolano Roberto Montero Castro revisa aquí algunas de las posturas originadas a raíz de las declaraciones de Oswaldo Vigas. El autor lamenta el “tono parroquial” de las réplicas del pintor venezolano, en lugar de hacerlo en un debate de altura sobre la identidad y las artes plásticas. Seguidamente, el crítico le cuestiona la idea de que la abstracción fuese una tendencia en desarrollo cuando Los Disidentes (1950–52) la trajeron a Venezuela. Con ello, el autor pretende reivindicar la labor previa del TLA (Taller Libre de Arte, 1948–52) y de los artistas figurativos de ese mismo período. De igual modo, Montero Castro acota la diferencia entre internacionalismo y universalidad, así como el modo en que ésta última se refleja en la condición “mestiza” del latinoamericano. A su juicio, la búsqueda de la identidad no niega lo foráneo; sino que es parte de un proceso de toma de conciencia con nuevo posicionamiento de Latinoamérica en la escena cultural internacional. 

El 14 de abril de 1977, el periodista venezolano Paco Benmaman realizó una entrevista al pintor venezolano Oswaldo Vigas (n. 1926), publicada bajo el título “Oswaldo Vigas explosivo” en El Universal tres días después. Las declaraciones de Vigas sobre el grupo venezolano Los Disidentes (París, 1950), la influencia extranjera en la plástica local, la arquitectura de Carlos Raúl Villanueva, el arte abstracto y el cinetismo, en fin, varios asuntos originaron una polémica en el medio artístico nacional. Durante más de un mes fueron publicadas las réplicas de diversos artistas y críticos como Perán Erminy, Jesús Rafael Soto, Omar Carreño, J.R. Guillent Pérez, Mateo Manaure, Luis Guevara Moreno, Juan Nuño y Carlos Celis Cepero —la mayoría de ellos disidentes—, quienes intentaron contrarrestar la postura radical de Vigas. Como parte del debate, el crítico Roberto Montero Castro publicó este texto que, de alguna manera, defendía la postura de Vigas y reivindicaba el proyecto figurativo dentro de la plástica venezolana, frente al aquel inicial auge de la abstracción-geométrica y, posteriormente, del cinetismo. En su revisión, Montero Castro aporta al debate un análisis detenido sobre las problemáticas que se plantean en ambos extremos y con ello, desplaza el tono emocional de algunas declaraciones hacia el terreno objetivo de la reflexión. Apunta referencias históricas que contextualizan los movimientos en disputa con las que pretende cuestionar la “novedad” del arte abstracto, al menos en Europa. Otro punto a destacar es la mirada sobre el problema esencialista de “la identidad” a partir de lo que denomina una “actitud”; así como de la intervención de factores socioeconómicos y políticos que no necesariamente entrañan un aislamiento o una postura auto-referencial. En este sentido, el texto de Montero Castro —y la polémica en general— reflejan las tensiones derivadas entre el desarrollo de una escena cultural (autónoma o dependiente) y el posicionamiento de Venezuela como país productor y generador de otro tipo de dependencias. En torno a la obra de Vigo se encuentran disponibles tanto el texto de Marta Traba como el de Roberto Guevara [consúltese el archivo digital ICAA, “Oswaldo Vigas / Pinturas 1943 – 1973” (doc. no. 1106962) y “Vigas: proceso abierto” (doc. no. 1152753), respectivamente].