Este texto es parte integral de la polémica iniciada con un artículo de la crítica de arte Marta Traba, bajo el título de “El arte latinoamericano: un falso apocalipsis”, publicado en el suplemento Papel Literario de El Nacional de Caracas, en cuya página crítica semanal apareció el texto mencionado el día 2 de mayo de 1965 [véase doc. no. 799377]. La controversia continúa hasta aproximadamente el mes de septiembre de ese mismo año y participan como principales exponentes venezolanos J. R. Guillent Pérez, Alejandro Otero, Roberto Guevara y Alirio Rodríguez, además de Traba. La discusión se extendió a otros medios de comunicación, tales como la Revista Nacional de Cultura, apariciones en radio y televisión, además de la asistencia a conferencias y debates.
Los artículos aparecidos en el suplemento Papel Literario de El Nacional fueron recopilados en la Colección Delta Solar como Modernidad y postmodernidad. Espacios y tiempos dentro del arte latinoamericano (Caracas: Museo Alejandro Otero, 2000). Por otra parte, una selección de aquellos documentos aparecidos en la Revista Nacional de Cultura se publicaron en: Roldán Esteva-Grillet (Compilador), Fuentes documentales y críticas de las artes plásticas venezolanas. Siglos XIX y XX (Caracas, CDCH/ UCV, Vol. II, 2001).
El interés principal de este documento radica en que el pintor Alejandro Otero (1921– 90) responde a las nociones expresadas por Traba desde su experiencia práctica como pintor, iniciador y partícipe de los movimientos de vanguardia en Venezuela, aprendidos en Francia. Otero aporta a la discusión las motivaciones conceptuales, formales y espirituales que lo llevaron a él —y a muchos artistas de su generación— a integrarse a corrientes artísticas universales, a las que llegaron, según su entender, mediante la búsqueda de las raíces del arte latinoamericano en el arte occidental. Para Otero, el “ser latinoamericano”, su identidad, se manifiesta por sí como algo inherente al artista latinoamericano; pero sin que ello conlleve a la creación de un arte dirigido a expresiones nacionalistas.
Asimismo, es importante destacar (entre otras contribuciones de este artículo a la polémica) la puntualización que Otero realiza sobre la heterogeneidad en la composición de la sociedad latinoamericana, la cual ejemplifica con el caso de Venezuela, motivo por el cual a los artistas sólo les es posible representar aquel fragmento específico con el que se identifican. En ese sentido, a su juicio, los “nacionalismos” tampoco pueden representar al todo de la sociedad latinoamericana, como lo aspira Traba. Otero justifica la búsqueda del “universalismo en el arte” por la “planetarización” de los conflictos del hombre, sobre los cuales el artista “consciente” se debe expresar; esto último en oposición al concepto de “conciencia” postulado por Traba, quien estima que esta es producto del entendimiento de la problemática absoluta de lo latinoamericano. Como corolario de este artículo, Otero toma exclusivamente “para los artistas” el destino del arte latinoamericano en razón del quehacer, de la práctica del mismo; de hecho, una acusación tácita a Traba quien reclamaba para la crítica del arte la fiscalización de la creación de la identidad latinoamericana. Se trata, en esencia, del enfrentamiento entre el “es” pictórico y el “deber ser” crítico.
Cabe señalar el hecho de que aunque todos los planteamientos de Otero en este artículo son respuesta a sus diferencias con Traba, los realiza eludiendo una comunicación directa con esta y a través de una carta dirigida a Guillent Pérez, uno de los principales contendores en la misma.
Para más información, puede consultar otro texto de Otero sobre la polémica titulado “Mi respuesta a Marta Traba” [doc. no. 798967]. Respecto a otros escritos en torno a esta discusión, vea de Perán Erminy “La visita positiva” [doc. no. 799445], así como “Rigor y autenticidad” [doc. no. 799462], la crítica elaborada por Roberto Guevara.