La escritora María Ramírez Ribes (1944-2009) discute la obra de una pionera de la abstracción en Venezuela durante su retrospectiva de 1991, Mercedes Pardo: moradas del color, llevada a cabo en la GAN (Galeria de Arte Nacional) en Caracas. Cubre medio siglo de su producción a través de 258 obras y pasó a considerarse como la mejor retrospectiva de su trabajo. El catálogo de la muestra implica un aporte importante para lo escrito sobre Pardo. Ramírez Ribes hace un enfoque de su producción desde una amplísima perspectiva centrada en las influencias clave recibidas.
Se comparte en el artículo una narrativa de coexistencia entre el arte y la vida de Mercedes Pardo (1921-2005). Mientras su obra se presenta como una combinación de investigación depurada y de libertad, la autora presta fina atención al concepto de “depuración” que se aplica y lo liga con las influencias, espiritual y formal, de Wassily Kandinsky (1866-1944). Durante décadas, se consideró que él había pintado las primeras obras abstractas, sin embargo, tal relato ha sido debatido en la actualidad. En 1919, el propio Kandinsky se adjudica el haber pintado la conocida Primera acuarela abstracta de 1911, aunque sea más posible datarla en 1912, según revela su Composición VII de 1913. En términos de influencia formal, ambos inician un período lírico que se va tornando geométrico en etapas posteriores, aunque ésto se deba a los enfoques cromáticos. De modo igual a Pardo, a Kandinsky le interesaba el choque emocional que provoca en el observador el color (algo teorizado un siglo antes por Johann Wolfgang von Goethe). Se refiere aquí al libro de 1911 de Kandinsky De lo espiritual en el arte; él —como otros pioneros de la abstracción, entre ellos Hilma Af Klint, quien se anticipa a Piet Mondrian— participa del movimiento teosófico fundado en 1875 por Helena Blavatsky y Henry Steel Olcott, por lo tanto, sosteniendo que el conocimiento de Dios puede lograrse por medio de éxtasis espiritual e intuición directa. El rechazo que hace Pardo de la imitación de la naturaleza y su enfoque al descubrimiento basado en la simplificación o purificación de la forma refleja la espiritualidad de Kandinsky, según la autora, que incluso presenta la obra de Pardo por medio del lente musical como siendo otro nexo con el de Kandinsky. Pese a las semejanzas, su obra puede ser postulada desde una historia más amplia de la abstracción que no necesariamente sigue sus huellas; lo que Ramírez Ribes considera como adjudicable a sus influencias son lugares comunes aplicables, de hecho, a artistas en sus planteamientos iniciales hacia la abstracción.
Respecto a los ensayos publicados en el catálogo de la muestra Moradas del color, consúltese en el Archivo Digital ICAA: de Gloria Carnevali, “El Espacio en la pintura de Mercedes Pardo” (doc. no. 1102285); de María Fernanda Palacios, “Pintura y vida” (doc. no. 1102253); y de Elizabeth Schön, “La plenitud más plena” (doc. no. 1102269).En referencia a las reseñas del evento, véase de Miriam Freilich, “El arte es revelación, no producción” (doc. no. 1325266); y de Manuel Manzano, “Mercedes Pardo una creadora de climas” (doc. no. 1331219).