Respuesta del arquitecto modernista peruano Luis Miró Quesada Garland a la serie de tres artículos del escritor Sebastián Salazar Bondy publicados en el diario limeño La Prensa en setiembre 1955. El autor describe a ese artículo como “una extemporánea declaración de un nacionalismo exaltado”. El autor rechaza que la nación constituya siempre una “comunidad humana”, entendida por congregación de personas con algo en común. Casos como el Perú harían más pertinente la definición de “conglomerado humano”, incapaz “de determinar ningún sentimiento o categoría ontológica”. Incluso el definirla como una “continuidad en el tiempo y una totalidad en el espacio” implicaría rechazar la existencia del Perú, cuya historia discontínua sólo puede ser referida como nación ante su surgimiento como Estado. De este error partiría la mistificación de lo precolombino en términos de “peruanidad”. En su opinión todas estas precisiones hacen insostenible afirmar que la patria deba transformarse en “un sentimiento con categoría ontológica que llega a formar ‘parte esencial’ de la ‘persona individual’”. Es decir que en ningún caso éste “puede convertirse en un determinante de la obra artística”, ya que nación y patria son conceptos históricamente recientes. Frente a una alusión de Salazar Bondy, el autor aclara que “[t]anto para el Perú creo para Francia, como para cualquier país, que la nacionalidad es valedera como calificación y no como condición de calidad”. Ello estaría demostrado por la “Escuela de París”, término que lejos de remitir a restricciones localistas aludiría a un abierto cosmopolitismo.

Segunda intervención del arquitecto modernista peruano Luis Miró Quesada Garland [(1914–1994), publicada en su columna semanal “En blanca y negra” en el diario limeño El Comercio,] en una de las polémicas culminantes entre los llamados artepuristas y los partidarios de un arte socialmente comprometido [véanse también documentos: # 1151027, 1138736, 1138790]. El problema específicamente abordado en esta instancia es el nacionalismo en la pintura. Ya en las discusiones modernistas sobre el tema, iniciadas en junio de 1951 por las declaraciones del pintor Fernando de Szyszlo (Lima, 1925), el crítico Samuel Pérez Barreto (Lima, 1921–2003) defendió a la abstracción telúrica como única vía para un arte “peruano” y a la vez moderno. A pesar de ello, la discusión se desarrollaría a lo largo de la década como la oposición entre un nacionalismo programático y figurativo, y un lenguaje abstracto sin mayor compromiso que el plástico. Las tensiones entre plástica y nacionalismo serían incluso proyectadas hacia el pasado por el escritor Sebastián Salazar Bondy (1924–1964), quien bajo el título de  “Cómo la pintura ha buscado al Perú”, dictó el 12 de aquel mes una conferencia en donde trazó una historia programática a partir de la ecuación “Perú-pintura”. En uno de los más certeros cuestionamientos al discurso nacionalista, Luis Miró Quesada Garland —principal ideólogo del modernismo artístico y arquitectónico peruano— aludiría irónicamente a esta ecuación como una contradictoria homologación de términos políticos y artísticos heterogéneos. La respuesta de Salazar Bondy generaría un intercambio significativo, que incluyó la publicación de su conferencia en tres partes [véanse documentos: # 1138058, 1138075, 1138092]. Entre otros alcances, allí se adelantan las apreciaciones negativas sobre el arte virreinal peruano, que luego consagraría en su ensayo Lima la horrible (1964), un libro marcante para la generación de 1960. Por cierto, esta discusión sobre el nacionalismo en el arte ya había enfrentado a Miró Quesada con Salazar Bondy a mediados de 1954.