Este artículo debe ser desligado del contexto de revista de variedades y entretenimiento. El texto de la periodista colombiana Beatriz Zuluaga es una entrada de gran interés al mundo cotidiano de Feliza Bursztyn (1933-82). En la crónica entran en juego los amigos de la escultora: Alejandro Obregón (1920-92), Juan Gustavo Cobo (nac. 1948), entre otros artistas, escritores y políticos que impulsaron el campo cultural en Colombia. Personas que visitaban su taller con frecuencia y eran parte de su entorno intelectual donde se intercambiaban ideas, críticas, libros, ron blanco y apoyo mutuo. En medio de aquellas visitas se generaban discusiones de todo tipo donde incluso tenían espacio las quejas expresas de sus visitantes ante los tropiezos ocasionados por la chatarra regada en el suelo; muchas veces preguntaban a Bursztyn sobre cuál de las piezas esparcidas sería usada para una obra. Tras sus preguntas recibían una respuesta contundente: “eso es una obra”. En la anécdota se muestra la relación directa que la escultora tenía, en el día a día, con el material que usaba para sus obras. Se refleja el trabajo inmediato con la chatarra, sin tema ni reglas impuestas; con la irreverencia y la capacidad de lanzar preguntas en forma de escultura respondiendo a las que le hacían en las entrevistas con monosílabos, carcajadas y paradojas. Otro asunto relevante del documento es que —además del humor y la risa descrita por la entrevistadora como una constante en la conversación— las respuestas de la escultora refuerzan, (junto con las de otras entrevistas consignadas en este proyecto) su distancia frente a la inscripción o militancia en cualquier grupo político o de género. En ese sentido, es importante rescatar el comentario irónico y a la vez preciso de Bursztyn cuando le preguntan si es feminista. (Véase: “Feliza ‘Baila’ en Cali”, doc. no. 858174; y “En un país de machistas, ¡hágase la loca!”, doc. no. 858193).