Este es uno de los pocos artículos que contiene una declaración de la escultora colombiana Feliza Bursztyn (1933–82) sobre su origen polaco y la llegada de sus padres a Colombia, y sobre sus estudios. Estudió pintura en Art Students League de Nueva York y escultura en la academia La Grande Chaumière en París. Hay la anécdota sobre cómo llegó a utilizar la chatarra de hierro en sus obras debido a la precariedad de los talleres de fundición al final de los años cincuenta. El encuentro con ese material también obedeció a la necesidad de trabajar, de hacer esculturas por encima de toda consideración, inclusive la de su familia. Cabe precisar que la exposición mencionada (en el artículo de 1979) como la primera de chatarras en Latas de Nescafé no fue la primera ni de su vida ni de su obra con chatarra; Latas de Nescafé se presentó en 1964, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, y previamente (en 1961) había exhibido obras de chatarra reseñadas, entre otros, por el crítico de arte austriaco, radicado en Colombia, Walter Engel (1908–2005) en el artículo “Felisa [sic] Bursztyn y Gloria Daza”, publicado el 3 de septiembre de 1961, en el Magazine Dominical de El Espectador. De la entrevista se destaca el título: “En un país de machistas, ¡hágase la loca!”. Expresa con humor la manera como Bursztyn tuvo que operar en el comienzo de su carrera artística como mujer en un país conservador. Así logró abrir, en Colombia, caminos para la escultura diferentes a la visión naturalista que prevalecía en la época. La última luz de la entrevista penetra con la respuesta de la escultora acerca de la subjetividad de la crítica de arte; en ella arguye que ésta debe ser una lectura apasionada y de afecto que muestre la posición y formación de quien la ejecuta. Para Bursztyn, la obra permanece en la historia como objeto múltiple de interpretaciones y por eso la crítica debe ser, tan sólo, una de sus posibles lecturas.