Comentario de César Vallejo, notable poeta vanguardista peruano, sobre el “Segundo manifiesto del suprarrealismo” escrito por André Bretón y publicado en el número XII de La Révolution Surréaliste. [Para más información, véanse en el archivo digital ICAA otros textos al respecto: de José Carlos Mariátegui “Figuras y aspectos de la vida mundial: El Segundo manifiesto del suprarrealismo (1)” (doc. no. 1293556) y “Figuras y aspectos de la vida mundial: El balance del suprarrealismo. A propósito del último manifiesto de André Breton” (doc. no. 1293479)].
Publicado en el número doce de La Révolution Surréaliste (diciembre de 1929), el Segundo manifiesto del surrealismo escrito por André Breton estuvo destinado a aclarar implicaciones políticas del movimiento, justificando además la expulsión de varios de sus antiguos adeptos. Debido al contenido polémico, solo meses después el texto fue comentado tanto por José Carlos Mariátegui como por el poeta César Vallejo, respectivamente fundador e integrante del PSP (Partido Socialista Peruano). Como intelectual atento al acontecer político y cultural de Europa, Mariátegui poseía (desde su regreso al Perú en 1923) amplio conocimiento de los movimientos de vanguardia, llegando a considerar al surrealismo como el más trascendente de ellos por haber sido el único en asumir un compromiso con el proyecto marxista de la revolución proletaria. De hecho, Mariátegui destacó el papel que la “crisis de conciencia” buscada por Breton podía jugar en la aspiración a un nuevo orden social. De forma significativa, rechaza la “intención épatante” (solo para burgueses) de varias frases del manifiesto que trascienden el planteado programa político-doctrinario apuntando, en cambio, hacia la superación de toda atadura racionalista. Sin embargo, elogia la figura de Breton contrastándola con la agresividad con la que César Vallejo lo ataca poco después en “Autopsia del suprerrealismo”, artículo remitido desde París. En él, Vallejo cuestiona acremente el compromiso marxista asumido por los surrealistas (a los que considera embebidos en un nihilismo contrario a la afirmación doctrinaria comunista) y denuncia el carácter formulario de una vanguardia resumida por “escuelas literarias”. Es más, su exigencia de un compromiso de los intelectuales con la revolución proletaria refleja la radicalización de su postura política luego de realizar dos viajes a Rusia en 1928 y 1929.