La Revolución Cubana marcó fuertemente el pensamiento de América Latina. Demostró que no solo tenía sentido desarrollar estrategias de desafío contra instituciones, sino que también la “utopía” tenía posibilidades de existencia. En los últimos años de los sesenta, en Latinoamérica, surgieron enfrentamientos ideológicos y movimientos sociales que se resistían a los regímenes militares represores y autoritarios de la gran mayoría de los países del continente. En concreto, en Argentina, un colectivo de intelectuales y artistas de diferentes disciplinas se preocuparon por la inserción del arte de vanguardia en el medio social. Lo encabezaban varios grupos que, en el caso de Rosario, habían desarrollado en esas fechas un Ciclo de Arte Experimental (Eduardo Favario, Graciela Carnevale y muchos más); sin embargo, los escritores y teóricos principales que redactaron los textos básicos fueron Juan Pablo Renzi, María Teresa Gramuglio y Nicolás Rosa. El artista plástico León Ferrari, quien elaboró otros textos en esa época, resumió el enfoque general en una frase: “Hay que cambiar de público”. A finales de 1968, organizaron un evento, Tucumán Arde, primero en la ciudad de Rosario y luego en Buenos Aires, iniciando una serie de discusiones centradas en las posibilidades de crear un fenómeno cultural que cumpliera verdaderamente un papel confrontativo respecto a las políticas de la dictadura impuesta por el General Juan Carlos Onganía (1966-70); especialmente en relación a la crisis del azúcar en los ingenios de Tucumán, un estado empobrecido del norte argentino, irónicamente llamado “El Jardín de la República”, casualmente uno de los títulos del evento múltiple. Llevaron el proyecto artístico al límite del proyecto político: las operaciones de los grupos políticos de resistencia revolucionarios se reflejaron como espejo en las prácticas artísticas. El artista uruguayo Clemente Padín (n. 1939) publica en su revista OVUM 10 una reflexión sobre la acción vanguardista del colectivo Tucumán Arde, promoviendo proyectos de una vanguardia artística en el sentido similar de “estrategias culturales alternativas”, y rechazando la creación de obras como “objetos únicos” y perdurables. Es interesante señalar que los sucesos en materia de arte, registrados en esa época en Uruguay distaban mucho de lo que se plantea en Tucumán Arde. Tampoco se había registrado aún la polémica en torno a los tópicos de arte y política como sí lo estaban haciendo en 1968 los artistas argentinos. [Véase en el archivo digital ICAA: “Arte en las calles” de Clemente Padín (doc. no. 1243093); [Manifiesto Los Huevos del Plata] (doc. no. 1243157); y [Manifiesto Grupo Brasileño Maldoror] (doc. no. 1243177)].