Al iniciar su conferencia, Joaquín Torres García se dirige a los “Amigos de España”. Deliberadamente deja a un lado la cuestión del “pueblo mártir” (finales de 1938, con la guerra casi definida a favor del franquismo), para referirse al “pueblo símbolo”; algo que excede la simple contienda militar poniendo en juego valores del “hombre universal” que opera en sus obras y que, a su juicio, ese pueblo representa. La exposición del Ateneo no da cuenta de un panorama local de disidencias estéticas; da cuenta de un acto pleno de solidaridad con quienes se “levantan para defender lo que caracteriza al hombre por encima de aquello que ya no lo es, puesto que también es patrimonio de los seres inferiores”. Caracterizado por sus duras polémicas locales, sus permanentes conferencias sobre arte en las que no ahorra críticas a sus pares “pintores figurativos” y cultores del “realismo social”, JTG se transforma en esta ocasión en el homo politicus capaz de reconvertir su teoría del Hombre Abstracto Universal en una teoría de cuño concreto: el hombre histórico universal que representa a una “Humanidad [que] vuelve a despertar de su letargo para recobrar su dignidad de entidad superior”. Esta esencia ontológica de una “Humanidad” abstracta se acerca a la idea del unanimismo que llega a Montevideo a través de Jules Romains (1885–1972). No obstante, en ese discurso, JTG niega la presencia de intencionalidad política (en un sentido restrictivo de política partidaria o disputas facciosas), anticipándose a suspicacias provincianas sobre esos temas y reafirmando que “Aquí no hay más que una cosa: es que ha despertado la conciencia profunda” [al respecto, véase en el archivo digital ICAA el artículo difundido por el Ateneo de Montevideo (Comisión Organizadora) “Salón de Bellas Artes de ayuda a los niños de España Republicana” (doc. no. 1186907)].
El presente es un documento de particular importancia —escasamente divulgado en años posteriores— por medio del cual JTG logra otorgar a sus ideas el carácter de una contundente sentencia filosófica y, sobre todo, moral, que emerge con inusitada fuerza mesiánica en medio del trillado discurso político-partidario que circulaba en el Uruguay.
[Para más información, consulte el polémico texto de 1934 de Norberto Berdía “El arte de Torres García” (doc. no. 1208154)].