Todo permite suponer que esta exposición fue organizada por intelectuales vinculados al Ateneo de Montevideo y al Comité Nacional de Ayuda al Pueblo Español (con sede en Montevideo), así como a AIAPE (Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores) y demás grupos o agrupaciones independientes bajo el denominador político común antioficialista en lo local y antifascista en lo internacional.
El texto de la declaración se ocupa de conciliar la singularidad personal de cada artista con su deber de conformar colectivos ideológicos a la hora de asumir responsabilidad ante causas que atañen tanto a valores humanos compartidos como a la propia herencia de la cultura occidental. Esta “obligación” que la realidad histórica impone a los artistas e intelectuales es de corte netamente moral, dando pauta así de la emergencia de una ética de lo político (en sentido amplio, no partidista) que se arraiga todavía más en la década de los cuarenta. En referencia al caso de España, el llamado se hace en defensa de “la democracia, la libertad y la justicia, contra la más atroz tentativa de opresión [...] y reaccionarismo que se haya precipitado nunca sobre el mundo [...]”. La declaración llama la atención sobre el legado artístico que la historia ha depositado en España y la necesidad de defenderlo de los bombardeos franquistas. Pero en última instancia, lo que soporta todo el discurso es un fundamento ético “en defensa de la cultura”, una paráfrasis de AIAPE. Tal será un argumento universalista y humanista a ser retomado, meses después, por Joaquín Torres García, al pronunciar su discurso en la exposición de ayuda a los intelectuales españoles organizada por AIAPE, también en el Ateneo de Montevideo [consúltese en el archivo digital ICAA “La exposición [Amigos de España:]” (doc. no. 1191197)].