Esta entrevista a Gonzalo Ariza (1912–95) plantea una lectura de la historia del arte opuesta a la defendida por la intelectual argentina Marta Traba (1923–83), radicada en Colombia, cuya labor crítica en prensa escrita y televisión [véase doc. no. 1131920] en defensa de las vanguardias artísticas la convirtieron en una de las críticas más respetadas y polémicas durante su larga estancia en el país. Con Ariza sostuvo fuerte polémica sobre lo que debía ser el futuro del arte en América Latina [doc. no. 1129558].
Esa es la razón por la cual se entiende la opinión de Ariza sobre la crítica realizada en Colombia, a la que califica de “violenta”; refiriéndose, indirectamente, a Traba al indicar que los críticos se dedican a ser “pontífices [que] implantan una escuela pictórica o la ponen de moda”. Además, la afirmación de este sobre la crítica “dictatorial” —que ejercen la televisión, las galerías de arte, la Sección de Extensión Cultural, la empresa privada y otras instituciones culturales en el país a favor de la pintura abstracta— ofrece pistas sobre las preferencias artísticas de las instituciones culturales, empresas y academias de arte dedicadas al apoyo del campo artístico colombiano durante el período aludido.
Es interesante señalar la diferencia que establece Ariza entre el arte realizado en el Pacífico —influenciado por las culturas esquimales, maya y azteca— y aquel realizado en el Atlántico donde, en su opinión, predomina el arte europeo. Este último es referido como de “la Colonia” y, por ello, recibe la influencia del abstraccionismo y el expresionismo; corrientes que rechaza porque los elementos de la pintura (la línea, los colores, el espacio) están mejor realizados en un cuadro figurativo. Sin embargo, esta consideración teórica de Ariza no le impide admirar la obra del Renacimiento. La suya es una lectura influenciada por su visión extremadamente personal del arte, que une de modo espiritual a América Latina con el Oriente; además, de acuerdo con sus afirmaciones, está apoyada por evidencias arqueológicas. Esta visión de Ariza se sustenta con su conocimiento de la pintura y literatura orientales, pues estudió grabado japonés en Tokio (entre 1936 y 1938), y regresó al país con la inquietud de investigar el paisaje colombiano y sus características bajo ese prisma específico.