La pertinencia de este documento reside en revelar el pensamiento del artista colombiano Gonzalo Ariza (1912–95) sobre la producción artística en Latinoamérica y sus relaciones de poder con el resto del mundo; así como sobre la práctica y la enseñanza del arte en Colombia en la década de cincuenta, periodo en el que se consolidaban varias propuestas artísticas del campo de la abstracción en el país. El texto evidencia sus aspiraciones como artista al promover entre el público la mirada al arte y la arquitectura orientales como referentes artísticos; los cuales conoció de cerca cuando estudió (becado por el gobierno colombiano) en el Japón, entre 1936 y 1938.
El artículo de la crítica argentina de arte radicada en Colombia, Marta Traba (1923–83), al que se refiere Ariza, había sido publicado recientemente en la revista cultural Mito bajo el título de “Problemas del arte en Latinoamérica” [véase doc. no. 1061697. Es de interés, el anotar que mientras Traba cree que los artistas latinoamericanos deben olvidarse del nacionalismo en su obra y recibir las influencias artísticas del exterior que les permitan interpretar la “realidad americana”, Ariza considera que esta corriente se encuentra en pleno desarrollo dentro del marco de la internacionalización cultural del siglo XX. En el fondo, ambos, la crítica y el artista, aspiran a que el arte latinoamericano se abra al exterior y reciba aportes de las corrientes artísticas del momento. La diferencia radica en que Traba considera como referente las vanguardias europeas y Ariza, al contrario, postula al arte asiático, destacable por su autonomía e influencia en el mundo. Dos días después, se dio la respuesta feroz a esta columna [doc. no. 1129442].
Ariza fue el primero de los pintores colombianos de su generación que viajó a un país distinto a España, Francia o México, destinos tradicionales de los artistas colombianos en busca de ampliar sus conocimientos. Luego de estudiar grabado en la Koto Kogei Gakko en Tokio y de tomar clases particulares de acuarela en el Taller de Tsuguharu Foujita, Ariza retornó al país donde comenzó a exhibir su obra paisajística en numerosas exposiciones y Salones Nacionales. Hasta el momento en que escribió el artículo, Ariza había obtenido reconocimientos importantes tales como el segundo premio en el III Salón de Artistas Colombianos (1941) y el primer diploma de honor en el VII Salón (1945). Por diferencias con la crítica de arte de esas décadas, el artista permaneció fuera de las salas de exposición colombianas, desde 1963 hasta 1973.