En este ensayo se plantea la necesidad de la enseñanza de la Sociología del Arte en el plan de estudios de Bellas Artes, donde el autor, Gilberto Freyre, destaca la importancia de esta y la antropología. A su juicio, se trata con ello de entender un medio que tendrá la injerencia de los artistas, tomando en consideración que tales disciplinas son un útil instrumental para el conocimiento resultante de la interacción cultural, social y geográfica. En opinión de Freyre, es el medio el que influye sobre lo que se denomina “belleza” en la obra de arte. En su previsión, “a medida que el mundo se va convirtiendo un mundo de razas y culturas de intercambio”, la tendencia es hacia una reducción de dicha influencia, “yendo en aumento una universalización del sentido o concepto de lo bello”.
Propone Freyre una axiología de valores tropicales, defendiendo el carácter “dionisíaco” de tales valores y señalando la innovación de Flávio de Carvalho, artista experimental que no teme al ridículo ni a los chiflidos del público. Se comporta desafiante ante él, como algunos artistas del calibre de Candido Portinari, Cícero Dias y Heitor Villa-Lobos. No obstante, de Carvalho carece de un agente protector a la altura del ministro Gustavo Capanema (auspiciador de los proyectos de los arquitectos Lucio Costa y Oscar Niemeyer). El autor rememora sus viajes a África y Asia donde pudo constatar —en las representaciones artísticas, sobre todo en las religiosas— el nexo arte/vida, vínculo que debe instaurarse entre los artistas brasileños.