En 1951, exactamente veinticinco años después de haber leído por primera vez su “Manifesto Regionalista de 1926”, el sociólogo Gilberto Freyre considera todavía visibles los efectos causados por la expresión regionalista, sobre todo en revistas de la zona noreste tales como Região, Nordeste, Província, Clã y Bando. A su modo también impregnado de modernismo, el Regionalismo terminó siendo eclipsado por el movimiento modernista en São Paulo y Río de Janeiro, debido a la falta de divulgación en la prensa de esas urbes. En él, Freyre elogia tanto la cultura como la naturaleza del noreste, las cuales estarían en plena armonía hasta gestar una cultura auténtica y basada, incluso, en idiosincrasias ambientales. El “Movimento Regionalista”, entendido por Freyre como “modernista y tradicionalista al mismo tiempo”, vino a instaurar un cargado tono nostálgico y de reivindicación. Al inicio de la proclama, el autor señala que no hay en él ningún propósito separatista, al seguir los designios de una nación destinada a articularse de modo interregional, para atenuar así los choques generados por el sistema estatal. El “Manifesto Regionalista”, saturado de añoranza, procura seducir vía paladar; la cocina es su hilo conductor. Al valorarse la cocina regional y denunciar su “descaracterización” creciente, se pone el dedo en la llaga sobre el poderío de la región. Por ello, Freyre lamenta el abandono del pilón [para pulverizar granos], tradiciones culinarias dejadas al olvido, la hechura de golosinas manualmente, el bordado con pachorra de hamacas y vestimentas. Sin embargo, el desarrollo económico en proceso en Brasil es escamoteado del texto, pese a la evidencia del surgimiento industrial. En cierta medida, Freyre da un valor exótico a la cultura popular cuando describe a las negras de Bahía, refiriéndolas como “monumentos”, verdaderas “estatuas gigantescas de carne”; así como también al pedir que se instale en la región “un café o restorán al cual no le falte el color local (palmeras, jaulas de guacamayas o jaulas para engordar cangrejos a la entrada y una negraza en el fogón haciendo la comida o mandioca con coco rallado)”. Entre otros aspectos de gran controversia, el “Manifesto Regionalista” defiende el mocambo [albergue de negros cimarrones huidos al monte] como la morada ideal para la gente pobre, llegando a considerarla “como valor por aquello que representa por la armonía estética de la construcción humana en medio de la naturaleza”.