Ismael Xavier toma, como punto de partida para su reflexión, el texto de Glauber Rocha “Uma Estética da Fome” [Una estética del hambre] aunándolo a la teoría de Frantz Fanon sobre el derrotero a seguir por los intelectuales que se confrontan con las secuelas del colonialismo. Con ello, intenta demostrar la índole revolucionaria de la obra del cineasta nacido en Bahía y la cual cuaja en medio de anhelos, limitaciones y contradicciones del mundo de la cultura en los años sesenta. Evitando caer en una actitud paternalista que enmascarara la realidad, a juicio de Xavier, Glauber es el ejemplo más radical de liberación en un intelectual comprometido, capaz de romper con una lectura esquemática de la cultura popular. Esto es, rompe Glauber Rocha con la idea del “destino manifiesto”, tornando explícita la raíz que une tanto a los enajenados como a la burguesía ilustrada con la propia intelectualidad. El desgarramiento interno, por un lado, así como el rechazo a formalismos tradicionales, por el otro, serían la consecuencia de dicha búsqueda en vías de superarse y actualizarse en el meollo de la creación artística. Reflejado en la propia estructura de la obra, el resultado hace mella en una incoherencia, en un desajuste cuyos focos de acción se oponen a los cánones tradicionales del cine llegando a incomodar al público asistente. La violencia revolucionaria que se encaja en su obra —con diversos énfasis en películas como Barravento, Deus e o Diabo na Terra do Sol, además de Terra em Transe— traen al debate “el rol protagónico que ejerce Glauber en los años sesenta”. Un papel que en el pasado de la historia brasileña nos remite a los anhelos de renovación desplegados por el modernismo de la Semana de Arte de 1922 y que, décadas después, abriría el espacio para un movimiento que le es contemporáneo a Glauber Rocha: el Tropicalismo. La conclusión de Xavier indica “una suspensión de jerarquías que trae a la luz algunos puntos ciegos del presente y que, sin embargo, la racionalización anterior recalcaba”.