El artículo de Roberto Montero Castro aporta al material hemerográfico del TAGA (Taller de Artistas Gráficos Asociados, Caracas) elementos particulares que no están presentes en otros textos de la época. El TAGA tenía ya cuatro años de haber sido creado cuando Montero Castro redacta su artículo. Antes, se habían presentado soluciones fallidas para el problema de la sede: en febrero de 1978 se habla de que se construiría una sede anexa a la GAN (Galería de Arte Nacional), lo que no llegó a ocurrir. Para agosto de 1979 ya se menciona en la prensa la decisión de iniciar actividades en la casa de Los Rosales (construida por Juan Bernardo Arismendi). Por eso, el texto de Montero Castro se preocupa de inicio en la sede: su arquitectura de los años cuarenta, la urbanización en donde se encuentra e incluso la inmensa palmera de chaguarama ubicada en el jardín, considerada por él signo de buen augurio, como si se tratara de un tronco simbólico de la tradición gráfica venezolana. A seguir, el autor valora la historia del grabado en Venezuela desde la práctica, apreciando la coexistencia entre el CEGRA (Centro de Enseñanza Gráfica, Caracas) y el TAGA [consúltese el texto del crítico Roberto Guevara “El CEGRA 5 (cinco) años después”, en el archivo digital ICAA (doc. no. 1153429); y el texto “Última promoción” escrito por Ida Gramcko (doc. no. 1154332)]. Otro aporte es la consideración de la obra gráfica en un contexto sociológico, tomándose en cuenta la consideración la escala humana, la producción cultural y el entorno natural. Montero Castro ofrece una valiosa visión panorámica y de contexto sobre el TAGA, al dedicarse al presente del Taller, a lo que se gestaba en 1980, sin dejar de establecer vínculos con el pasado y proponer una proyección a futuro. Para otro ensayo crítico sobre al TAGA, véase “El TAGA: un sueño de verdad”, por Bélgica Rodríguez (doc. no. 1081178).