Es claro que, para el articulista, el mensaje político debe expresarse en otros medios, pero no en el arte, pues estropea de modo incuestionable la forma. Para Guillermo Alfredo Cook (1919–2002), la obra pictórica de Gabriel Bracho (1915–95) responde a una suerte de doctrina artística impuesta por un estado totalitario que desprecia la libertad creadora. Para demostrar esto, Cook se vale de varios ejemplos de artistas (poetas y músicos) que han sido perseguidos o humillados en su libertad creadora, por cuanto ese estado delimita lo que debe ser ventilado en el arte según los intereses llamados “oficiales”. El artículo se inscribe en la profusa polémica que generó la exposición de Bracho en el Museo de Bellas Artes, ubicándose en la antípoda de los que creen haber visto el valor del artista en su actitud comprometida.
Véase la opinión contraria escrita por Héctor Mujica en “Excelencias de un pintor comprometido” [doc. no 845986], así como la de Juan Liscano para quien la de Gabriel Bracho es una pintura de combate que sigue los derroteros de Siqueiros, en el artículo “Gabriel Bracho” [doc. no. 850217].
Respecto a la obra del artista Gabriel Bracho, consulte el ensayo de Pedro Lobos “Semblanzas de nuestros días en la pintura de Gabriel Bracho” [doc. no. 1080662], y la reseña de Manuel García Hernández “El mensaje de Gabriel Bracho es neo-americano: cartas de Buenos Aires” [doc. no. 1101870].