Para Diego Rivera todo el mundo sabe que en muchas iglesias y palacios de Papas y Reyes Católicos hay pinturas que ostentan la desnudez de figuras humanas de manera más obvia que las figuras que Jorge González Camarena pintó en el Edificio Guardiola en la Ciudad de México. La representación del sexo en estos murales, señala, es el resultado de una abstracción plástica. Sugieren el papel de la virilidad del hombre y la fecundidad de la mujer como fuerzas constructivas en la vida universal. Afirma el pintor que no son un llamamiento sexual a los sentidos de los espectadores, sino, por el contrario, una representación demasiado intelectual y literaria: calificarla como inmoral sería patológico. Advierte que, aquel que encuentre en la anatomía humana algo inmoral está enfermo verdaderamente o, peor aún, afectado de idiotismo. Rivera los relaciona con Adolph Hitler cuyo padecimiento repercute en el rechazo del arte al que el dictador alemán llamó “Entartete” [degenerado]. Expone sus conceptos de la necesidad biológica del arte y sostiene que tanto la sensación como la emoción estética que se produce, ambas son alimento del sistema nervioso. Afirma que dicha sensación está condicionada por todas las formas del desarrollo humano tanto individual como colectivo. Sin embargo, como todo producto necesario para el hombre, la clase en el poder —con sus morales religiosas y sus leyes— trata de dominarlo poniendo trabas para su libre ejercicio. Por lo que la libre creación y placer estético empujan al hombre en dirección subversiva. Distingue, en la sociedad dividida en clases, tres tipos de arte: (1) el que conviene a la clase dominante que es pseudo-superior y académico; (2) el arte de clase media, mediocre y banal y; (3) aquel de gran pureza vital, emanado de la clase campesina y obrera, o sea el arte popular. Rivera, finalmente, acusa a las sub-burguesías latinas (dependientes de los grandes capitales extranjeros) de tratar de imponer trabas mediocres para ahogar ya sea el arte del pueblo o bien de las individualidades rebeldes. Finalmente, el muralista se refiere a los que han pedido la destrucción de los murales de González Camarena, además de la propiedad artística y de su dignidad humana.