Para Diego Rivera, el momento de crisis que vive el mundo, llevándolo a la Segunda Guerra Mundial, es un problema a ser analizado científicamente. Para el pintor, la cultura occidental está cimentada sobre la esclavitud y presenta un fenómeno al que llama “el cesarismo recurrente”. Éste consiste en que cada vez que Occidente da un paso hacia la Democracia, un César sube al poder. Narra distintos tipos de cesarismo que se han dado en Europa a través de la historia hasta llegar al fascismo y comenta cómo éste también triunfó en Norteamérica. Ahí se mataron a todos los indios que no se sometieron y se compraron miles de negros africanos con el fin de usarlos como esclavos, convirtiendo su democracia en una plutocracia. Afirma que, si ésta democracia se logró de forma extraña en Estados Unidos, en cambio fracasó en Latinoamérica por la falta de la formación de una clase social capaz de ejercer el poder como tal. En nuestro continente sólo se lograron establecer, después de las independencias, dictaduras policíacas al servicio de intereses económicos de Norteamérica y de Europa. Existe una situación positiva en Latinoamérica, no obstante, que es la gran población indígena y mestiza cuya cultura tiene vivas e hincadas sus raíces en lo indio. Narra los intentos europeos revolucionarios para marcar dos casos opuestos: (1) el de la Alemania nazi y (2) la Unión Soviética —tierra maravillosa donde se logró la Revolución Proletaria. A juicio de Rivera, el nazi-fascismo es el resultado de una cultura vieja basada en la esclavitud y la única posibilidad de acabar con éste, argumenta, es la unión del continente europeo entero con la Unión Soviética. Por su parte, América necesita como cuestión de vida o muerte unificarse y, para lograrlo, el pintor establece dos puntos. El primero se refiere a eliminar la discriminación racial y la creencia en la superioridad de las razas caucásicas; el segundo, es la unión panamericana alrededor de la cultura indígena que persiste sobre todo por medio de su obra de arte y su sentido filosófico realista. Finalmente, Rivera plantea su curiosa teoría sobre la necesidad fisiológica del arte en el ser humano.