Miguel Rojas Mix escribe acerca de la pintura de Rodolfo Opazo destacando en su análisis el mundo teratológico del artista donde su imaginario construye seres antropomórficos. Según señala, en la pintura de Opazo se mezclan los sueños, modo indirecto de acercarse a lo real y la sexualidad, ese mundo efímero con el que el hombre intenta asir la realidad. A juicio del autor, releva un sentimiento trágico en el pintor, el que surge desde la paradoja que encierra lo superficial del vivir y la tragedia del ser. Sobre influencias pictóricas, se señala a Enrique Zañartu y Roberto Matta e inscribe su obra en el superrealismo abstracto y figurativo, dos etapas distintas. Para Rojas Mix la obra de Opazo logró una impronta personal en la forma y desde una místico-teológica que apunta al arte como una ofrenda a Dios.

El escritor y académico Miguel Rojas Mix (n. 1934) publicó este texto sobre el pintor Rodolfo Opazo (1935–2019), cuando este tenía treinta años, en los Anales de la Universidad de Chile (1965). Institución donde se integra al cuerpo docente en 1970, cargo que mantuvo hasta 1993. En la década de cincuenta había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de esa institución donde se tituló de pintor. Posteriormente, ingresó al Taller 99 —dirigido por Nemesio Antúnez— dedicado al grabado. Tras un viaje a Italia retomó la pintura influenciado particularmente por Amadeo Modigliani (1884–1920). [Consúltese, en el Archivo Digital ICAA: “Taller 99”  (doc. no. 745065) del propio Antúnez].

Si bien su pintura se ha asociado al surrealismo por la influencia que tuvieron de Roberto Matta (1911–2002) y de Enrique Zañartu (1921–2000) —cuestión en la que ahonda Rojas-Mix—, en la década de ochenta, Opazo negaba la filiación a dicho movimiento porque, a su juicio, éste había terminado ya con la muerte de André Breton (1896–1966). En una entrevista reconoció que en su juventud sintió apego por el movimiento, al paso del tiempo no consideró oportuno encasillar en él su proyecto pictórico. El término “figurativo”, por más amplio que fuera, era el de su preferencia llegando a reconocerse como “pintor afrancesado”. Si bien Opazo nunca reconoció influencias e intereses, lo más personal de su búsqueda siempre procuró un humanismo místico, esto es, su propia subjetividad y el ser humano motivaban su obra como temática universal y trascendente.

En el ámbito chileno e iniciada la década de sesenta, su consolidación pictórica fue contemporánea de artistas como Roser Bru, Ricardo Yrarrázaval, José Balmes y Gracia Barrios, entre otros; su extensa trayectoria siempre mantuvo su línea de trabajo. En 2001 fue reconocido con el Premio Nacional de Artes Plásticas, galardón que entrega el Estado Chileno a los artistas. En 2005 su pintura salió del bastidor para dar forma a un mural en el Metro de Santiago, a través de la técnica de reproducir digitalmente el óleo. [En torno a una entrevista a Opazo y otros pintores, véase “La pintura, su candente realidad” (doc. no. 749631) de Milan Ivelic y Gaspar Galaz].