A finales del siglo XIX y principios del XX, varios pintores uruguayos —entre ellos, Carlos Federico Sáez (1878–1901), Milo Beretta (1875–1935), Pedro Blanes Viale (1879–1926) y Carlos María Herrera (1875–1914)— viajaron a Europa para traer, a su retorno, el espíritu renovador de las artes, según se estaba experimentando en Francia, España e Italia. En 1905, un grupo de universitarios de diversas disciplinas, vinculados al sector industrial y comercial, fundaron el CFBA (Círculo Fomento de Bellas Artes) para promover una nueva cultura artística de raíz modernista. El mencionado Herrera aceptó el cargo directivo de la escuela de la nueva institución. Su actividad, tanto en el plano creador como docente, fue armonizar esa raíz renovadora y la confusa inquietud artística de la burguesía ilustrada que lo rodeaba en la CFBA. Concilió la esencia romántica del momento con el recato aristocrático que callaba su rechazo al gusto prosaico y burgués predominante. Desde 1905 hasta 1943 —año en el cual se creó la Escuela Nacional de Bellas Artes— salieron del CFBA las más representativas figuras del arte nacional, cuyos discípulos fueron luego los docentes en la escuela de la institución. Entre los integrantes del Círculo se encontraban el pintor Carlos Alberto Castellanos (1881–1945), cofundador de la Sociedad Amigos del Arte; el crítico e historiador José María Fernández Saldaña (1879–1961); el pintor catalán Vicente Puig (1882–1965), quien junto a Herrera establece las dos corrientes formativas de la Escuela del Círculo; el escultor Luis Falcini (1889–1973); y los arquitectos Eugenio Baroffio (1877–1956) y Alfredo Jones Brown (1876–1950). En el documento se muestra la decisión de Herrera de eliminar los modelos de yeso (técnica academicista) para sustituirlos por técnicas “al aire libre” al contemplarse lo natural: flora y fauna. Quería eliminar viejos parámetros estéticos que habían sido acuñados en el siglo XIX, estimulando una enseñanza artística por medio de patrones positivistas e idealistas de cuño decimonónico, al tiempo que ponía su atención en la formación de una mano de obra artesanal capacitada en el diseño de estilos y en la concepción plástica aplicada a las artes decorativas. Pensaba que se obtendrían beneficios con eco favorable en la industria nacional; iguales ideas sustentadas en esa misma época por Pedro Figari (1861–1938). De la misma forma que los prerrafaelitas rechazaron el arte académico preponderante en la Inglaterra del siglo XIX, el autor refutaba los academicismos para la enseñanza en la Escuela del CFBA, propugnando un dibujo minucioso y una “pintura luminosa”. [Para más información, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos: de Guillermo Rodríguez “Consideraciones sobre aspectos de la enseñanza del dibujo” (doc. no. 1230412); de Sebastián Viviani “Conferencias Culturales. Sobre tópicos de arte decorativo” (doc. no. 1230583); y “El Círculo de Bellas Artes y su acción docente 1905-1938” (doc. no. 1231073)].