La importancia de este artículo del promotor cultural venezolano Manuel Rodríguez Cárdenas (1912–91) radica en constituir la primera señal de alarma del deterioro del monumento a María Lionza (1951), creado por el escultor venezolano Alejandro Colina (1906–73). La preocupación del autor sobre el tema deriva de haber sido asesor del artista (además de su promotor), tanto en esta estatua —encomendada por el Ministerio del Trabajo para fungir como antorcha olímpica de los III Juegos Deportivos Bolivarianos— como en otras de carácter autóctono (el indio Yaracuy, en San Felipe; cacique Manaure en la ciudad de Coro). Destinada al principio para ubicarse frente a los estadios de la Ciudad Universitaria de Caracas, a mediados de los sesenta fue traslada por el Ministerio de Obras Públicas al centro de la Autopista del Este. Lo que acarreó paulatino deterioro debido a las vibraciones del tránsito automotor; a ello se suma el desarrollo de un culto urbano (a base de ofrendas florales) que implicaba el trepar sobre el monumento. De allí que, el autor del texto ruegue por un nuevo traslado; esta vez hacia una zona arbórea y placentera, más acorde con la simbología del mito de raíces indígenas, africanas y criollas: el parque Los Caobos.
Sin haberse logrado el traslado, la propuesta queda como gran antecedente de una preocupación que revivirá en la década de ochenta (y más recientemente en 2004), ya sea por el grave deterioro del monumento síntesis de nacionalidad, o bien a cuál de las instituciones que se arrogan su propiedad (Municipalidad de Caracas, Galería de Arte Nacional, Universidad Central de Venezuela), cabe el derecho a restaurarlo. Al cabo de un año de ardua polémica (con ribetes fuertemente políticos y a raíz de la fractura definitiva del monumento), la intervención del Tribunal Supremo de Justicia favorece a la Universidad Central de Venezuela a quien cabe y procederá a su restauración. El gobierno municipal se conforma con la colocación de una copia en materiales modernos (polímeros) quedando pendiente todavía el destino de la obra original, posiblemente a ser resguardada por un museo.
El mito y el culto sincrético de María Lionza han trascendido las fronteras venezolanas, y tiene una profunda raigambre popular en las barriadas marginales; esta estatua comenzó a ser reproducida en diversos tamaños y materiales a partir del año 1973 (fecha de la muerte del artista), para acompañar a los devotos de “la reina” María Lionza en sus respectivos altares. Tanto la imagen como el propio mito de María Lionza son hoy reconocidos por antropólogos, críticos y urbanistas como propios del imaginario colectivo venezolano y, sin duda, son hito urbanístico de Caracas.
[Al rrspecto, véase en el archivo digital ICAA, el otro texto del autor “El tranvía de los Domingos: María Leonza” (doc. no. 1102427)].