Este texto, del poeta y periodista venezolano Manuel Rodríguez Cárdenas (1912–91), puede considerarse una segunda interpretación artística del mito yaracuyano postcolonial de María Leonza (o Lionza). En 1946, otro poeta, Víctor Alberto Grillet, le había dedicado un artículo a la imagen pictórica de la “reina” María Lionza realizada por Pedro Centeno Vallenilla; este dedicó varias de sus pinturas al tema destacando su erotismo. Alejandro Colina (1906?73) realiza una única versión escultórica, conservándose una pintura suya, poco conocida, de María Lionza con sus hijos (Galería de Arte Nacional). El carácter “eminentemente sexual” del mito —exaltado por Rodríguez Cárdenas— está cifrado en el ánfora en forma de cadera de mujer, de donde brotaría el fuego olímpico. Para el propio artista, el tapir simbolizaría la fuerza, mientras que las formas exuberantes de la figura femenina serían expresión de la inteligencia pura, la destreza y la agilidad. Se entiende que tales valores estén relacionados con la excusa de un monumento para los IV Juegos Deportivos Bolivarianos. Con los años, el mito de María Lionza devino un culto sincrético urbano, y la obra de Colina —por su misma ubicación frente a la autopista del Este (Caracas)— se convirtió en icono del mestizaje de la ciudad. Es la versión más popularizada del “mito orgánico nacional” (Rodríguez Cárdenas).
Amén de ilustrar su artículo con la obra (aún en el taller del escultor), el texto interesa por mostrar cómo el mito atraerá a otros artistas, y por destacar el temprano reconocimiento de su futura trasformación. El monumento es encomienda expresa de Rodríguez Cárdenas, siendo director de Cultura del Ministerio del Trabajo, y fue financiado por el Ministerio de Educación para el Instituto Nacional de Deportes (organizador de los Juegos). Tocó al arquitecto Carlos Raúl Villanueva —el creador de la Ciudad Universitaria de Caracas— asignar el lugar de la estatua, en mutuo acuerdo con el escultor: (cercanías de los recién concluidos estadios). A mediados de los sesenta, por ampliación de la autopista, la estatua cambió de ubicación; Colina aprovechó el desplazamiento de doscientos metros para suavizar el hocico del tapir y cambiar el ánfora que había servido como antorcha por un coxis, con lo cual ponía de manifiesto el carácter de mito sexual. El texto de Manuel Rodríguez Cárdenas no ha sido reproducido, por lo menos en forma completa.
Para más información al respecto, véase en el archivo digital ICAA el otro texto del autor, “¿Se derrumba María Lionza?” (doc. no. 1155464).