Reportaje del crítico de arte Carlos Solari (1883–1932), bajo el pseudónimo de “Don Quijote”, sobre una visita a los talleres de escultura de la Escuela Nacional de Bellas Artes (Lima), que incluye una breve entrevista a Manuel Piqueras Cotolí.
Manuel Piqueras Cotolí fue un arquitecto, escultor y urbanista español (radicado en el Perú desde 1919). En Madrid, formó parte del taller escultórico del renombrado Miguel Blay y trabajó tanto en la casa de fundiciones Codina como en la casa constructora Algueis; posteriormente asistió a la Academia de España (instalada en Roma). Llega al Perú para hacerse cargo del área de escultura de la recién creada Academia Nacional de Bellas Artes (ENBA). Fundada en 1919, la ENBA se enmarcó inicialmente dentro del proyecto civilista (presidencia de José Pardo, 1915–19) y tenía como finalidad trasladar al país la tradición académica novecentista europea. Su primer director, Daniel Hernández, permitió el desarrollo de tendencias nacionalistas (presidencia de Augusto Leguía, 1919–30) que finalmente marcarían el rumbo de la escuela, propugnadas principalmente por el pintor José Sabogal, así como por el propio Piqueras Cotolí, quien desarrolló el denominado “estilo neo-peruano”, caracterizado por la síntesis de elementos virreinales y precolombinos. Si bien, al inicio, los componentes virreinales constituían las formas estructurales y el repertorio prehispánico, pasó a configurar el elemento decorativo; con el paso del tiempo, la fusión logró niveles más complejos, relacionados además con las tendencias modernistas europeas contemporáneas.
Su primera obra destacada fue la fachada de la ENBA (Lima, 1924), y ese mismo año realizó el salón de recepciones del Palacio de Gobierno (Lima) con motivo de las celebraciones por el Centenario de la Batalla de Ayacucho. En 1929 se inaugura lo que se considera su obra maestra, el Pabellón Peruano de la Exposición Iberoamericana de Sevilla [consúltese otro ensayo de Solari, bajo el pseudónimo de “Don Quijote”, titulado “Notas de arte: para la exposición de Sevilla” (doc. no. 1140871)], cuyo centro simbólico era la escalera principal. A su regreso, y tras la caída del régimen de Leguía (1930), fue destituido de su cargo en la ENBA y designado asesor en la Escuela de Artes y Oficios (Lima). Entre las obras de su último período destacan la escultura en mármol de Hipólito Unanue (Parque Universitario, Lima, 1931); el proyecto inacabado en homenaje al escritor Ricardo Palma; y el bosquejo del proyecto de la Basílica de Santa Rosa. La inspiración de este último monumento, simultáneamente modernista y precolombina, causó una fuerte polémica sobre la pertinencia del indigenismo y el estilo neo-peruano, un estilo que no tuvo seguidores directos, pero que se relaciona con la producción plástica de quienes trabajaron un proyecto de arte nacional al margen del grupo de José Sabogal como Elena Izcue (1889–1970), Jorge Vinatea Reinoso (1900–1931) y Alejandro González Trujillo “Apu-Rimak” (1900–85). Piqueras ejerció influencia sobre los arquitectos peruanos Héctor Velarde y Emilio Harth-Terré, articulando su producción con teorías de los argentinos Martín Noel (1888–1963) y Ángel Guido (1896–1960), arquitectos que indagaron el estilo mestizo-virreinal.
[Como lectura complementaria sobre el artista, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos: de G. Salinas Cossío “Manuel Piqueras Cotolí” (doc. no. 1136631); y de Manuel Solari Swayne “Manuel Piqueras Cotolí” (doc. no. 1141324)].