El artículo de Gustavo Valcárcel rinde cuenta del reconocimiento obtenido, en 1950, por David Alfaro Siqueiros en la XXV Biennale di Venezia, en cuya premiación, a juicio del autor, fue apenas superado por Henri Matisse por el supuesto “chauvinismo sentimental francés”. El tono de la nota es asaz personal e incluye declaraciones obtenidas en conversaciones con el pintor, quien destaca la proyección universalista del muralismo mexicano y marca distancias con otras propuestas (de renovación plástica) tales como el automatismo surrealista o el expresionismo subjetivo. A su vez, Siqueiros establece cuidadosas diferencias con Pablo Picasso y su compatriota, Diego Rivera, debido a su incapacidad de aprovechar “los avances científicos logrados en el campo de los materiales plásticos y en la metodología de su aplicación”, reivindicando, con ello, a otro muralista mexicano, José Clemente Orozco. A juicio de Siqueiros, el mural constituye la superación de lo individual por “lo colectivo”, estableciendo, así, la comunión entre revolución estética y social. Para Gustavo Valcárcel, el entrevistador, su obra proclama un “Nuevo Realismo” cuyo protagonista esencial es el hombre y el pintor mismo constituye un modelo del artista comprometido: tanto en su obra como su vida diaria. Se concluye con una interpretación del mural Cuauhtémoc contra el mito, estipulando incluso que la obra conjunta de Siqueiros constituye “la más cabal hazaña que artista alguno de nuestra América haya realizado por la liberación estética del continente”.