En la XXV Bienal de Venecia (1950) México había sido invitado por primera vez. De hecho, su participación fue doblemente importante para las artes plásticas de la época. Por un lado los periódicos locales publicaron artículos elogiando la exposición mexicana. Y por el otro, el jurado le otorgó el premio del Museo de Arte Moderno de São Paulo, Brasil, al pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, con lo cual México se presentaba ante el mundo con un arte original de identidad propia. En la ocasión, los premios más importantes fueron para Henri Matisse y para David Alfaro Siqueiros (1896-1974). Ambos pintores representaban entonces, las dos tendencias opuestas de la época: el arte abstracto y el realismo social. Frente a esta polarización artística impregnada de política, Diego Rivera (1886-1957) propuso no un evento nacional sino un homenaje de izquierda a Siqueiros por haber logrado que la pintura mexicana realista y de contenido social revolucionario le quitara el premio a los “artepuristas”, a su juicio, al servicio de la burguesía imperialista. El galardonado aprovechó la ocasión para comprobar que la tendencia política y social seguía teniendo importancia en el mundo artístico y, como ya era su costumbre, se dedicó a desprestigiar cualquier estilo pictórico ajeno al realismo social y sobre todo la propuesta elaborada por Rufino Tamayo (1899-1991). El jurado estuvo compuesto de los comisarios Prof. Hoffman, de Austria; Prof. Emilio Langui, de Bélgica; Prof. Leo Swanne, de Dinamarca; Prof. Abdel Kader Rizk, de Egipto; Prof. Raymond Cogniat, de Francia; Prof. Eberhard Hanfstaengl, de Baviera; Sir Eric McLagan, de Inglaterra; el Ministro Denis Devlin, de Irlanda; Prof, Pedro Segedin, de Yugoslavia; señor Eça de Queiroz, de Portugal; Prof. Pérez Comendador, de España; Prof. Nils Lindhagen, de Suecia y el señor Blailé, de Suiza. Además de ellos, el pintor Giorgio Morandi y, desde luego, el señor Giovanni Ponti, Comisario General de la Bienal, conjuntamente con el Secretario General, Prof. Rodolfo Palluchini.