Crítica periodística escrita por Juan Gargurevich en torno a las opiniones vertidas por el pintor Juan Manuel Ugarte Eléspuru en contra del otorgamiento del Premio Nacional de Cultura (1975) en el área de arte al retablista andino Joaquín López Antay. El pintor había indicado en entrevista anterior que el premio no debería destinarse a “la artesanía”, ya que esta no implica creación sino más bien reproduce de manera serial formas heredadas. Gargurevich señala que tal definición no se aplica a López Antay pues cada una de sus piezas es diferente, precisando al mismo tiempo que la propia obra de Ugarte Eléspuru parte de una herencia artística “colonizada” (europea), ya que “utiliza el mismo lenguaje que los demás para expresar nuevas proposiciones”. Además, el autor cuestiona el pensamiento conservador (o aún “reaccionario”) implícito en la idea de Ugarte Eléspuru según la cual “el artesano expresa la mitología elemental de la masa indiferenciada”. Dicha posición pone en evidencia una perspectiva clasista incapaz de hacer identificaciones en las producciones del pueblo, obligada que está a establecer supuestas distinciones entre “cultos” e “incultos”. La oposición al artista popular implicaba, también, una confrontación política en contra del INC (Instituto Nacional de Cultura), el cual concede tanto Premios Nacionales como articula las políticas “revolucionarias” del Gobierno Revolucionario de entonces. 

Juan Gargurevich (n. 1934), autor de esta nota, suscribió la propuesta para otorgar el Premio Nacional de Cultura a Teodoro Núñez Ureta; no obstante, el periodista reconoce el mérito de López Antay y asume su defensa.

Uno de los mayores detractores del premio fue el pintor y ex director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, Juan Manuel Ugarte Eléspuru (1911–2004), cuyas declaraciones  fueron recogidas en diversas notas de prensa, entre ellas la que se publica en el diario La Crónica (Lima, 27 de diciembre de 1975), reproducida aquí y publicada en el Suplemento Dominical del diario El Comercio (4 de enero de 1976).

El 26 de diciembre de 1975 se dieron a conocer públicamente los Premios Nacionales de Cultura (bienio 1973–74), otorgados por el Estado peruano a través del Instituto Nacional de Cultura, a los aportes más destacados para el desarrollo de la cultura peruana. El presente dictamen en el área de arte (la cual tradicionalmente incluía pintura, escultura, música y arquitectura) dio inicio a una de las polémicas más importantes en la historia del arte peruano. La controversia puso de manifiesto las tensiones y recelos latentes en torno a las políticas culturales propiciadas por el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas del general Juan Velasco Alvarado (1968–75). Este aspiraba a una identificación progresista, cuyo principal sustento fue la reforma agraria iniciada en 1969, acompañada por una fuerte revaloración oficial de la imagen del campesino y de sus modos de vida, en desmedro de formas culturales consideradas más “occidentales”. De hecho, el premio a Joaquín López Antay (1897–1981) se dio a costa de las candidaturas de reconocidos artistas plásticos como Carlos Quízpez Asín (1900–83) y Teodoro Núñez Ureta (1912–88) y el músico académico de origen alemán Rodolfo Holzmann (1910–92).

[Respecto a este evento, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos: de Alfonso Castrillón, Leslie Lee y Carlos Bernasconi “Fundamentación para el dictamen por mayoría simple a favor del artista popular Joaquín López Antay” (doc. no. 1135896); de Alfonso Bermúdez “Premio a López Antay suscita controversias. Unos: consagración del arte popular. Otros: una cosa es arte y otra artesanía” (doc. no. 1135879); de Francisco Abril de Vivero, Luis Cossio Marino y Alberto Dávila“Artistas plásticos cuestionan premio” (doc. no. 1135960); y (sin autor) “‘No todos nos quieren ni en Lima ni en Ayacucho’: así comentó sobre cuestionamiento a premio” (doc. no. 1135930)].