En este texto, Marta Traba expone una reflexión en cinco partes en contra del nacionalismo que aparece en la pintura latinoamericana reciente. En la primera parte, identifica el nacionalismo como el principal problema de la pintura contemporánea. Aunque aparece como un camino hacia la “independencia espiritual”, el nacionalismo en realidad es, según ella, una forma autoimpuesta de aislacionismo amén de un impedimento al progreso tanto material como espiritual. En la segunda parte, Traba denuncia la forma en que el nacionalismo se apodera del arte en beneficio propio, obligándolo a comprometer sus principios convirtiéndolo en un instrumento pedagógico y demagógico. Según la autora, esto trajo como resultado dos formas de arte de mala calidad o poco convincentes: la pintura como narrativa, forma derivativa de pintura literaria carente de originalidad y superficialmente basada en el Modernismo europeo. En la tercera parta, Traba señala una prometedora alternativa emprendida por algunos artistas latinoamericanos: la de los que se han familiarizado con el Modernismo europeo, valiéndoles el acceso a los circuitos internacionales, al realizar formas de pintura cuya estética es resultado de la experiencia americana. En la cuarta parte, Traba denuncia la manera en que el impulso de la pintura nacionalista ha maquinado falsas historias y culturas con el propósito de volver a ilustrar el pasado, y particularmente critica la forma somera que con este fin se han apropiado de las civilizaciones precolombinas. En la quinta y última sección, Traba apela por la desaparición de la endeble y afirmativa crítica, confirmadora y practicada en Latinoamérica, abogando por un nuevo estilo de crítica severa necesaria para fomentar el desarrollo paralelo tanto del arte como de la cultura.