El presente reportaje describe al tropicalismo como un movimiento tan enigmático como ambiguo. Nació de la fusión de varios componentes y registros culturales tras la contienda entre los adeptos a la Jovem Guarda (inspirados en el Yeah-yeah-yeah inglés y en el rock americano), por un lado y, por el otro, los entusiastas de la Bossa Nova, originalmente brasileña. De acuerdo al texto anónimo, no fueron los músicos sino los pintores y directores de cine los primeros en asimilar los influjos de las vanguardias internacionales que, en aquel tiempo, eran acicate para la renovación de cultural del Brasil. Hubo, en el teatro, el montaje de la novela de Oswald de Andrade O rei da vela [El rey de la candela] puesta en escena por el Grupo Oficina que captaba, de modo crítico, el gusto de las masas locales y, por ende, la cultura de “los trópicos”. En el cine fue Terra en transe, film de Glauber Rocha donde se sobrepone la tan contradictoria realidad nacional tan al gusto popular. El texto periodístico incluye materiales con testimonios del director escénico José Celso Martinez Corrêa, de los músicos Gilberto Gil, con el maestro Rogério Duprat, el compositor José Carlos Capinam, y los miembros de la banda “Os Mutantes”, del poeta concretista Augusto de Campos, además del maestro de ceremonias más popular en la TV del país: Abelardo Barbosa, “Chacrinha” —quien se autodenomina como el único “tropicalista” auténtico. Para ejemplificar el lado opuesto al movimiento, la revista trae declaraciones de los periodistas Sérgio Porto y Chico de Assis, a juicio de quien la idea de Tropicalia es “a mais arrematada pilantragem” [la más descarada deshonestidad]; un desvío de la norma que venía siguiendo la producción artística brasileña a partir de la Bossa Nova.