En el catálogo de la exposición Cincoincidentes, presentada en el Museo de Barquisimeto (estado Lara) en 1984, la periodista, crítico y curadora venezolana Lourdes Blanco (n. 1941) escribe un ensayo individual para cada uno de los cinco artistas participantes: Miguel von Dangel [doc. no. 1097326], Eugenio Espinoza [doc. no. 1097342], Felipe Márquez (n. 1954), Alfred Wenemoser [doc. no. 1097390] y Roberto Obregón [doc. no. 1097358]. La muestra fue organizada por los diseñadores Álvaro Sotillo e Ibrahim Nebreda.
En este ensayo, Blanco realiza un sucinto, aunque agudo, análisis de la obra de Márquez. Al igual que en los otros textos del catálogo, Blanco no establece comparaciones, diferencias o afinidades entre este artista y los demás participantes. Hay que destacar, y esto puede percibirlo quien lea los cinco ensayos de la muestra, que, dentro del grupo, tanto Márquez como von Dangel responden a lenguajes más vinculados con lo surrealista, lo visionario (incluso lo fantástico en el caso de Márquez). No son afines a la línea conceptualista de los otros artistas expuestos (Obregón, Espinoza, Wenemoser).
A pesar de que Blanco, al comienzo del texto sobre Márquez, afirma que su obra artística “es aún demasiado breve” y sus intereses todavía “exageradamente dispersos”, resalta valores de interés. Lo vincula con la tradición de los visionarios franceses de mediados del siglo XIX (como Odilon Redon) a quienes los unía el común denominador de la “fascinación por la literatura”. Propone ella otra significación de la palabra “visión” que tenga más propiedad para la obra de Márquez, al considerar sus trabajos como “visiones” que poca relación conservan con la visión real que tenemos de nuestro entorno; a su juicio, trátase de una “mirada que va dirigida hacia adentro”, o sea, una “introvisión mental”.
Al igual que en otros ensayos de Blanco —a quien se deben algunos de los textos más lúcidos sobre los artistas contemporáneos venezolanos— su postura crítica no es laudatoria ni menos aún complaciente; habla de algunos aspectos del imaginario de Márquez con cierta ironía. Sobre todo, al referirse a las dotes adivinatorias que pueden tener los artistas o sus obras, ya sea de “servir de visionario” capaz de trasmitir “un suceso que está por acontecer”, o bien al interés por la cartomancia y el tarot que Márquez “dice ejercer profesionalmente”.