Kilka Wawa o "letra niño" fue un proyecto que realizó el colombiano Antonio Caro Lopera (nac. 1950) con niños de la comunidad Inga. El propósito del artista era diseñar una cartilla de lecto-escritura para ayudar a preservar de la desaparición esta lengua indígena, dialecto del quechua que hablan algunas comunidades que habitan el sur de Colombia.
Kilka Wawa es parte integral de los trabajos que Caro ha hecho en torno al tema de la identidad colombiana y lo propio; entre estos se encuentran: la repetida serie de la mata de maíz, utilizada con referencia a la tradición indígena; las tintas rojizas del achiote (Bixa Orellana) utilizadas en el grabado Onoto (1999) para mencionar de forma poética el territorio; o bien la firma del líder Manuel Quintín Lame para aludir a la problemática territorial y la política indígena [véase “Manuel Quintín Lame información y variación visual”, doc. no. 1082735].
Además de tratarse de la única reseña crítica sobre esta muestra, el cuestionamiento que hace Parra en este artículo sobre la pertinencia del premio de carácter gráfico —otorgado a una persona sin la formación que ese trabajo disciplinario exige (pedagogo, fonoaudiólogo, psicólogo, etc.)— y la falta de aportes que hace el premio a las artes gráficas del país, evidencia la dificultad de juzgar el trabajo de artistas como Caro. Estos, norteados hacia la línea de arte conceptual, del arte social y del arte político, establecen entrecruzamientos, en su práctica y en su teoría, con otras disciplinas (tales como el diseño, la sociología, la gastronomía, etcétera).
Entre los artistas colombianos interesados por la cultura de los grupos indígenas vale la pena mencionar los acercamientos de carácter nacionalista emprendidos anteriormente tanto por Luis Alberto Acuña (1904–1984) como por Rómulo Rozo (1899–1964); ambos pertenecientes al movimiento Bachué surgido en los años treinta. Y, más recientemente, habrá que considerar las exploraciones sobre el simulacro y las hibridaciones culturales de Nadín Ospina (nac. 1960).