September 1, 2022
He tenido el privilegio de participar, dos veces, en el Curso OBL (Aprendizaje basado en el objeto) de Arte Latinoamericano y Latinx. La primera previa a mi graduación y después durante mi formación profesional. Sin lugar a dudas, puedo determinar con precisión que ese curso marca mi entendimiento tanto del arte como de la historia del arte. La metodología aplicada al aprendizaje vía objeto vino a transformar, radicalmente, la manera en la cual interactúo con el espacio museológico y cómo lo planteo.
Una de las ideas principales que me tocan de ese curso es que me introdujo al concepto de “desaceleración” durante la visita a un museo. Juzgo que caímos facilmente en una excitación ante todo lo que hay que ver en el espacio expositivo al ir saltando de un objeto a otro y al observar los detalles solo superficialmente. Al igual que muchos otros estudiantes de arte, tiendo hacia enfocar un objeto de estudio bajo nociones preconcebidas, así como conclusiones predeterminadas a medida que he consolidado y asimilado opiniones de quienes han investigado el objeto antes que yo. Siendo así, para visitar el objeto basta checar un cajón en la lista de investigaciones “jaleos”, pero eso no aporta nada sustancial a mi formación.
El significado de desacelerarse en el museo implica darse tiempo e involucrarse en la visión detenida de un objeto, llegando a gastar lo que parece, a veces, un montón exagerado de tiempo para hacer la disección de la obra. Hay que observarla desde cualquier ángulo posible e incluso configuración. Por lo tanto, las conclusiones que uno saca estarán basadas en nuestra propia interacción y vivencia con el objeto de estudio, más allá de las ideas de alguien que pudo presenciarlo vía interpretación o investigación de apoyo. Tales conclusiones pueden encaminarnos hacia un aporte profesional apoyado tanto en observaciones de primera mano como en aquella experiencia.
Durante un Seminario OBL, y al investigarse al artista venezolano Carlos Cruz-Diez (1923–2019), tuve plena certeza que la desaceleración era pieza medular para mi proceso de pesquisa. Antes de leer ningún trabajo erudito sobre la Cromosaturación (1965 / 2017, instalada en 2020) de Cruz-Diez, me quedé largamente en el túnel, por momentos yo sola en mi observación de cómo los colores irrumpen en el espacio y, en otras ocasiones, con el museo atiborrado de gente viéndolas como interactuaban con el cromatismo. Una de las cosas que más me llegó fue ver la variedad de reacciones que suscita la Cromosaturción. Algunas personas caminaban de frente ante ella como si solo se tratara de una circulación; otras paraban a mitad del túnel, muy brevemente bloqueando el tráfico como si estuvieran totalmente paralizadas por el hecho de que el color les transformaba la piel y sus ropas. Otras gentes paraban a sacarse una foto o bien a cotejar cómo el color aparecía sobre su ropa comparada con la de sus amigos o familia. Otras más se quedaban en el límite entre dos colores dejando que uno les bañara de rosa una mitad dejando que el resto se impregnara de azul, propiciando que ambos colores se mezclaran en su piel, tiñéndola de violeta.
Traje conmigo toda esa abundancia de observaciones aplicándola a mi investigación y encontré una cita de Cruz-Diez donde describe el sol poniéndose en su nativa Caracas. Dice que “la ciudad convierte en un espectáculo cromático (…) el color cambia de minuto en minuto, por efecto de la difracción de la luz solar, del viento y de la humedad. Pero la gente no lo ve. Yo lo señalo, con medios esquemáticos, para que vuelva a descubrirse.” [1] La citación, aunada a mis observaciones, me ayudó a darme cuenta que —no obstante que la obra de Cruz-Diez tenga fundamento científico para su exploración del color en el espacio— también se arraiga, de modo conceptual, en una sensibilidad humanista profunda que viene a refortalecer los sentidos y le enseña a la gente cómo volver a ver.
Zoie Buske es una estudiante de posgrado en la Universidad de Houston y fue la becaria (primavera 2022) de la UH-ICAA, “Aprendizaje basado en el objeto”.
1. Carlos Cruz-Diez, Carlos Cruz-Diez: El Color Sucede (Madrid: Fundación Juan March, 2009), 89.
